Aprovecho para contarles una linda anécdota. Las exposiciones internacionales fueron mi objeto de estudio para titularme en la maestría de museología de la ENCRyM, ya que me desempeñé como Subdirectora de Exposiciones Internacionales en el INAH alrededor de cinco años. Me preocupaba que no teníamos referentes sobre qué exposiciones se habían realizado en el pasado, aunque había algunos listados sueltos, no teníamos una base de datos que consultar. Tampoco existía un análisis de las políticas y prácticas asociadas a este ámbito, por ello desarrollé la investigación «Políticas para la difusión del patrimonio y prácticas de gestión en exposiciones internacionales: INAH, 1994-2006»
Como parte de este trabajo localicé la tesis de la canadiense Tamara Tarassoff, quien realizó un estudio similar en el contexto de ese país [1]. En ocasión de uno de mis viajes como comisaria a Toronto, fui a la biblioteca de la universidad, encontré la tesis y pude consultarla, me fue de mucha utilidad. También utilicé esta referencia para fundamentar los antecedentes de la investigación «Cultural diplomacy, touring exhibitions and intercultural understanding: A study of Aztecs: Conquest and Glory in Australasia», realizada en colaboración con mi colega Lee Davidson, del Programa de Estudios sobre Museos y Patrimonio de la Universidad de Victoria University en Wellington, Nueva Zelanda.
Años después… ¡Sorpresa! Tamara estaba convocada a un evento en la ENCRyM. Visitó México, nos contó cómo un viaje en su niñez a nuestro país, influyó en gran medida sobre el destino que tomaron sus estudios y su trabajo en el ámbito del patrimonio. También charlamos sobre los temas compartidos. Me encantó conocerla personalmente.
[1] Tarasoff, T. A. (1990). Assessing International Museum Activity: The Example of International Travelling Exhibitions from Canadian Museums, 1978-1988 (Tesis de maestría sin publicar). Universidad de Toronto: Museum Studies Program, Toronto, Canadá.
En la sección #TBT ThrowBackThursday les comparto un texto que escribí en 2002. Nunca fue publicado y aún lo siento vigente.
¿El mundo es un gran museo?
Áreas naturales resguardadas, centros históricos declarados patrimonio de la humanidad, aldeas y comunidades protegidas por algún organismo nacional o internacional, arte público y arte en las calles ¿Podemos decir acaso que el mundo es un gran museo?
Aterrorizados algunos gritarían ¡no!, vanagloriados otros dirían ¡sí!, pero la mayoría de la gente común no tendría nada que responder al respecto. Los museos, al menos en México, han sido enormes mausoleos del aburrimiento de varias generaciones de escolares que van a ellos como ejércitos copistas de información o como coleccionistas de sellos a la salida y a veces a la entrada de estos recintos, para que el profesor crea que hicieron la tarea.
A nivel mundial, ese gran museo-templo que resguardaba los objetos más preciados de las naciones, a manera de cámara de maravillas, comenzó a recibir grandes críticas desde diversos ámbitos; en nuestro país, comenzamos a encontrar esfuerzos encaminados a dinamizar al museo, acercarlo al público y quitarle un poco de su seriedad.
Nuevas propuestas llegan a los espacios conocidos, otras nacen con identidades propias y algunas más casi llegan sorprendiéndonos por su atrevimiento.
Mientras tanto, los teóricos del museo se debaten por encontrar una definición que de cabida a tal diversidad. Así, el ICOM (Consejo Internacional de Museos perteneciente a la UNESCO) define al museo como: “un institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, difunde y expone los testimonios materiales del hombre y su entorno para la educación y deleite del público que los visita”.
Sin embargo, desde 1968 se admite que esta definición también incluye a las galerías permanentes de exposición que dependen de bibliotecas públicas y centros de exposición; monumentos históricos, tesoros de iglesias, yacimientos históricos, arqueológicos y naturales – siempre y cuando estén oficialmente abiertos al público-; jardines botánicos y zoológicos, acuarios, viveros e instituciones que exponen especimenes vivos así como a los parques naturales.
Una gran variedad de lugares inimaginables han sido calificados como museos. Por ello reitero esa terrible amenaza del mundo entero convertido en un museo. Pero ¿Qué diferencias y qué semejanzas hay entre estos sitios de esparcimiento y/o aprendizaje? Vayamos más allá….
“Las rejas de Chapultepec son verdes, son verdes…” dice una canción popular mexicana; pero, desde el año 2002 han servido además como escaparate o galería abierta en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México. La primera exposición presentada en este espacio: La tierra vista desde el cielo, proyecto del fotógrafo Yann Arthus-Bertrand fue una de las muestras más visitadas de México, ya que se calcula que casi 800,000 mil personas admiraron las fotografías al pasar frente a este corredor.
Galería abierta de las Rejas de Chapultepec [1]
Proyecto Agua Wasser,2002 [2]
Los protagonistas de Nacidos en el viaducto, un sketch de los años ochenta presentado en el programa de televisión mexicano la Carabina de Ambrosio, quienes se vieron obligados a hacer su vida en medio de un embotellamiento, tampoco podían imaginar los muros de su improvisada vivienda decorados por los murales del proyecto de arte público Agua Wasser.
Tomando estos dos ejemplos ¿Es posible decir que el Paseo de la Reforma o el Viaducto se han transfigurado adoptando la forma de un museo? Definitivamente no.
Este debate tiene una salida para dejar atrás las confusiones: sencillamente no son museos, como tampoco lo son los zoológicos, los jardines botánicos o los centros históricos, y no son museos porque sus características y formas son distintas, aunque no por ello se niegan sus semejanzas.
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Un auto se detiene sobre el Paseo de la Reforma, son las once de la noche de un día que pasa del caos a la calma en la Ciudad de México, el conductor enciende las luces intermitentes del vehículo y avanza lentamente, el tripulante observa las fotografías exhibidas en las rejas del Bosque de Chapultepec usadas como el muro de una gran galería. El transcurso del tiempo lineal se rompió por un instante para dar paso a un momento de reflexión, el objeto –la foto- y el sujeto –el conductor- tienen un encuentro casual. De otra forma el conductor hubiera seguido de largo. Vemos cómo se ha creado otra atmósfera, algunas reflexiones y quizá algunos sentimientos afloraron.
Estamos hablando de algo denominado el espacio museal, un concepto más amplio que abarca la gran diversidad de lugares en los cuales se llevan a cabo estos encuentros y desencuentros entre sujetos y objetos de una forma que se aleja de la relación normal que guardamos con ellos, en donde media la exposición como intención comunicativa de otros que nos quieren contar algo.
Dentro de los espacios museales podemos encontrar al museo en todas sus variantes, desde el más clásico hasta el más novedoso, desde el que resguarda el patrimonio de una nación hasta el que busca transmitir conceptos científicos, podemos ubicar también a espacios que exhiben arte efímero como el Laboratorio de Arte Alameda, los foros de arte contemporáneo, las calles donde se exhibe el arte público, las zonas arqueológicas e históricas, los zoológicos y jardines botánicos.
Basta ya de la pelea por ostentar el nombre MUSEO en las marquesinas de la cultura o por evitar a toda costa que algún espacio caiga en el estigma de ser nombrado como tal. Demos a cada lugar su propia personalidad.
El museólogo Jorge Reynoso nos da un ejemplo muy ilustrativo sobre aquel objeto que sale de la cotidianeidad y que por ello adopta un carácter museal:
“Un objeto museal puede ser una moneda. Recuerdo mucho la canción de abre el ropero abuelita de Cri-Cri: ‘hay qué bonita espada de mi abuelo el general’. Esa cosa del ropero, de la abuelita, de la llave, del estar revelándosele a uno un sentido de la historia, o de la familia, o de la identidad, que no tiene que ver con el sentido del transcurso del tiempo cotidiano y enajenante, ese es un objeto museal”[3].
El espacio en donde esta relación ocurre se torna por momentos un lugar especial: permanente, temporal o efímero. Dichos espacios, robados al curso cotidiano han existido por siglos, en el XIX se institucionalizaron bajo el modelo del Museo – templo, icono de la modernidad y difusor de las narrativas de progreso e identidad de los estados naciones-, en el XX ese modelo clásico fue criticado y confrontado, evolucionando, cambiando; en el XXI podemos darnos cuenta que incluso tiempo atrás el fenómeno museal rebasaba ya los límites de cuatro paredes. Se abre al exterior, innova en las propuestas, toma por asalto los parques y paseos públicos, los camellones y los arroyos vehiculares.
Y sin embargo, no, el mundo no es un gran museo. Debemos reservar también los espacios comunes, debemos habitar lo ordinario para sorprendernos ante lo extraordinario. Debemos tener el ropero de la abuelita bajo llave para decir, parafraseando a Jorge Reynoso: “toma el llavero abuelita y enséñame tu ropero”, y ser capaces todavía de maravillarnos ante su contenido.
[1] Tomada de: http://www.mexicoescultura.com/actividad/149558/
memoria-fotografica-de-mexico.html
[2] Tomada de http://www.jornada.unam.mx/2002/06/03/16an1cul.php?printver=0
[3] Reynoso, Jorge (2002) Entrevista realizada por Martha Jarquin, Leticia Pérez y Cynthia Hernández para el trabajo: Museos y posmodernidad, Maestría en Museología, Escuela Nacional de Conservacion, Restauración y Museografía. Museo de Ciencias y Artes (MUCA), UNAM, 31 de mayo de 2002.