En una de las clases que imparto en la Maestría en Museología de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), en la Ciudad de México, Manuel Gándara y yo pedimos a los alumnos fotografiar ejemplos de «crímenes» en contra de los visitantes de museos.
¿Crímenes? Sí, cualquier atentado u obstáculo a una buena experiencia. El ejercicio resultó interesante. Cada día vemos en los museos aspectos que se podrían mejorar: el tamaño de la letra en los textos de salas, los colores y sus contrastes que no permiten leer, las alturas de los objetos y/o de los textos, explicaciones aburridas llenas de términos técnicos y especializados, malas señalizaciones, etc., etc. Todo aquello que para mí ejemplifica o constata que hay museos cerrados al público.
En contraposición, tenemos museos o experiencias museales, que ilustran cómo los museos pueden estar y ser abiertos al y con los públicos, un concepto que exploré en una entrada pasada (Ver). Aunque el experimento en la clase resultó útil, creo que ahora pediré a los alumnos que documenten e ilustren este segundo rubro para demostrar aspectos de un museo amigable y centrado en sus visitantes, por ejemplo:
- Dar una bienvenida en el acceso -sea personal o escrita-
- Proveer evidencias de que se interesan por nosotros:
- hojas de comentarios, que se consideren en incluso haya retroalimentación
- buzón de sugerencias en funcionamiento, con papeleta y plumas
- Proponer temas para interactuar en redes sociales
- Proveer asientos para el descanso en salas
- Brindar lugares en los que se pueda convivir, conversar
- Proporcionar estrategias diversificadas para distintos intereses
Aquí algunos ejemplos míos que me propongo compartir en twitter @LetyPerezCast con la etiqueta #MuseosAbiertos



