Museología adjetivada. Entrevista con Florencia Puebla Antequera

2018330_11457176Florencia Puebla Antequera es Maestra en Museología (ENCRYM-Ciudad de México) y Maestra en Arqueología y curaduría en Museos (ENAH-Ciudad de México). Actualmente trabaja con la Consultora IMAINA Perú y PICNIC-LAT elaborando proyectos patrimoniales y de gestión cultural (lo que la hace muy feliz porque viaja y conoce gente). Vivió en una comunidad quechuaparlante al sur de Perú en donde trabajó una propuesta museológica territorial (experiencia que la marcó a nivel profesional y personal). La pandemia la hizo entrar en «lo online», aprende a usar el Insragram, abrió la cuenta @creamosenred con su colega Vicky Ortega y publica en su cuenta personal @milesdemoles


Conocí a Florencia como alumna en el Posgrado en Museología de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía -INAH, en la Ciudad de México, desde entonces hemos compartido intereses y mantenemos intercambios «epistolares» en correos electrónicos y whatsapps. En esta segunda entrevista para El Diván Museológico [1], le pregunté sobre las «nuevas» museologías o museologías adjetivadas.

Los museos y la museología han respondido al contexto y retos que se les han presentado tratando de responder a sociedades cambiantes. Por ejemplo, sabemos que a la definición hegemónica del ICOM se le agregó la frase «al servicio de la sociedad y su desarrollo» en su reunión general de 1971, y que la Mesa Redonda sobre la Importancia y el Desarrollo de los Museos en el Mundo (Santiago de Chile, 1972) sentó el precedente de lo que después sería llamado Nueva Museología (En su vertiente latinoamericana). 

A partir de entonces se detona la adjetivación de la museología: nueva, crítica, social, sociomuseología. Se confunden sus orígenes, sus puntos comunes y divergentes, además de encasillar bajo el título de «nueva» a corrientes planteadas desde distintos contextos: Inglaterra, Francia, Latinoamérica.

Cuéntanos ¿qué piensas de este panorama?, ¿cómo es que te interesaste por el estudio teórico de este campo?

Siempre me dio curiosidad por aprender cómo se llegaron a dichas definiciones, conceptos o marcos teóricos. Mi formación de base es la arqueología y estudié en Argentina, que es un país que tiene un gran interés por el desarrollo teórico y por debatir y reflexionar absolutamente todo (¡a riesgo de ser insano!). Eso por un lado; y por el otro, mientras estudiaba la licenciatura formaba parte de un grupo interdisciplinario de investigación patrimonial. Allí leíamos y conversábamos mucho sobre teoría y autores latinoamericanos. También hacíamos el ejercicio constante de pensar ciertos temas desde las diversas formaciones que teníamos cada uno (historia, arqueología, geografía, antropología, etcétera) Era la manera de entendernos y trabajar en equipo, y de esa forma aprendí.

Creo que se conjugó todo, porque cuando comienzo a interesarme por la museología, la conozco y me acerco a ésta estudiándola desde la teoría. La práctica ya la estaba aprendiendo en los museos en los que trabajaba por aquella época. Además, era un tema muy novedoso, y por ende en mi ciudad no había casi gente que hablara de museología, o que me hiciera conocer autores y textos sobre dicha temática. Entonces no me quedó otra que ponerme a leer de manera autodidacta, y así fui aprendiendo. Luego conocí la Mesa Redonda de Santiago de Chile y me voló la cabeza.

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Plática en La Habana sobre la Mesa Redonda 2016

Con respecto a lo que dices, los nombres tienen que ver con los países, pero creo que las ideas, postulados y objetivos son los mismos. Lo que se conoce como sociomuseología en el mundo de habla portuguesa es lo que en otras regiones se le denomina Nueva Museología, o Museología Social, etcétera. Las denominadas críticas son más recientes, e incluyen algunas reflexiones más posmodernas.

¿Cómo se puede trazar la genealogía de estas corrientes?, ¿y cómo ubicar sus principales postulados y exponentes?

Es complejo trazar genealogías porque siempre ha existido un diálogo permanente y muchas conexiones entre las discusiones que se estaban llevando a cabo en los diversos territorios. A lo mejor, en los 70 estaba más aceptado el tema de pertenecer a una corriente, a seguir manifiestos y formar parte de un grupo, o una posición política, ideológica, etcétera, frente a otras corrientes. Con el tiempo comprendí que se hablaban de las mismas ideas, sólo que con nombres diferentes según el país o contextos de trabajo.

Lo que sí puedo observar es un parte-aguas en el 72 con las ideas de la Mesa Redonda y su repercusión a nivel internacional. A partir de allí ya no se comprende al museo sin su entorno social. La idea de patrimonio también cambió, dejó de referirse sólo a las piezas o colecciones de estos museos y se lo comenzó a entender desde un sentido amplio e integral. Creo que a partir de ese momento fue cuando la museología latinoamericana hizo el intento de dejar a un lado eso que Laurajane Smith llama el discurso oficial del patrimonio [2] para explorar caminos más cercanos a sus realidades. Cuando llegué a México a estudiar la maestría en Museología, observé que todas esas ideas de la Mesa Redonda se habían materializado en una política museológica a nivel nacional, y me llené de orgullo y emoción ¡no lo podía creer! La teoría se hacía práctica, ¡estaba en éxtasis!

Por otro lado, había aprendido que la Mesa Redonda tuvo mucha influencia francesa, y por eso se constituye como uno de los antecedentes más directos del fenómeno francés que conocemos como Nueva Museología. Sin embargo, cuando empecé a estudiar dicha Reunión con mayor profundidad, me di cuenta que tiene mucha impronta de América Latina, debido a que incorporó varias de las discusiones teóricas que se estaban llevando a cabo en esta región desde diversas disciplinas. Por ejemplo toda la corriente pedagógica de Paulo Freire que estaba muy en boga en Brasil por aquellos años, también la idea de cómo se estaba comprendiendo lo territorial, la cultura, etcétera. Lamentablemente, cuando se la afrancesó (por así decirlo), se le quitó toda esa parte latinoamericana.

En tu tesis de la maestría en Museología [3], apuntas sobre una dimensión social del pensamiento museológico y trazas su origen a ciertas propuestas de fines del siglo XIX y principios del XX. ¿Qué caracteriza a estos primeros movimientos?, ¿cuál es la distancia de la museología contemporánea con aquellos postulados?

Creo que es parte natural de un mismo flujo de ideas que comienzan a nacer y tomar cada vez más lugar en las reflexiones a medida que transcurre el tiempo. Pero es algo continuo. Hoy en día, muchas de esas ideas nos llegan más redefinidas en la contemporaneidad, porque se encuentran impregnadas de los contextos de discusión que la posmodernidad transita. Pues la museología no hace más que trasladar (como todas las disciplinas) estas discusiones a sus campos de análisis.

La museología posmoderna irrumpe en el tema de la subjetividad de manera profunda, y comienza a hacer hincapié en lo individual y las experiencias que se generan desde allí. Lo que el español Jesús Pedro Lorente llama la museología crítica tiene mucho de estas ideas. Esto de firmar las exposiciones, vincular lo individual, resaltar las subjetividades, etcétera. Y es coherente, porque lo que entró en crisis en la posmodernidad fue la idea que teníamos de sociedad. Nos dimos cuenta que dentro de eso que pensábamos como una masa homogénea habían heterogeneidades en cuanto a identidades que las estábamos pasando por alto.

Y como la posmodernidad es la máxima expresión de la reflexión, pues se metió de lleno a explorar esas subjetividades. Entonces comenzamos a hablar de sujetos, de identidades y no de una identidad nacional común (que si bien funcionó en una época, hoy queda obsoleta); empezamos a reivindicar las diferencias. Apareció la palabra experiencia individual, se visibilizaron los sentimientos, las emociones, la diversidad de perfiles. Creo que en el ámbito de los estudios de públicos fue donde más se notó todo esto. Emergieron de pronto lxs niñxs, ancianxs, los públicos citadinos y no citadinos, las identidades corporales, sexuales, etarias, de género, territoriales.

Igual para que eso llegue a las exposiciones aún falta mucho. Es decir, que en las narrativas curatoriales se representen esas heterogeneidades, aún queda mucho por hacer. Sin embargo, hay toda una rama contemporánea de curaduría autoral que tiene propuestas muy interesante. Lamentablemente, esto está muy unido a lo artístico y a la figura del curador como especialista-erudito, y no trasciende a otras temáticas y roles. 

Y en el escenario actual, ¿qué retos tiene los museos para ser relevantes socialmente?; es decir, ¿cómo se traduce esa frase «al servicio de la sociedad y su desarrollo»?

Bueno, yo creo que el gran reto que siempre tenemos es cómo llegamos a ellxs, ¿no? Es lo que nos quita el sueño al menos a todxs los que estamos interesados en estos temas y en buscar un verdadero diálogo con la gente. Creo que lo más conveniente sería dejar de suponer y comenzar a preguntar. Salir a la calle a conversar y observar cuáles son los intereses de las personas, con qué cosas sueñan, qué desean para sus hijxs, nietxs, etcétera. Y tratar de hacer el esfuerzo de articular eso que nos dicen con nuestros espacios museales y dar respuestas válidas.  No quiero decir que esto no se haga. Sin embargo, aún quedan rezagos de autoridad en cuanto a los discursos museológicos.

Mira el ejemplo del patrimonio. Diseñamos, armamos y ejecutamos planes y actividades patrimoniales para que la gente se apropie de éste y pueda empoderarse desde allí. Esto lo hacemos con la mejor de nuestras intenciones, no obstante muchas veces ni nos cuestionamos si “la gente” entiende de la misma manera que nosotros lo que es el patrimonio o la identidad.

camino de Santiago 2017
Análisis patrimonial del Camino de Santiago 2017

Por eso, creo que hay que salir a conversar y tener realmente ganas de aprender del otrx, de buscar entendernos. No imponernos con: hice esto para ti, tómalo así como te lo entrego; porque más allá de nuestras buenas intenciones no sabemos si el otrx estaba interesado en eso. Lo que propongo es construir nuevas experiencias patrimoniales, más cercanas a lo cotidiano, a esas pequeñas cosas que hacen nuestros días y que son grandes definidoras de nuestra identidad. He pensado mucho en esto, y yo encontré en la etnografía el mejor puente de entendimiento. Su metodología, y el tratar de comprender desde dónde el otrx nos habla, necesita, desea y sueña. Y nosotrxs hacer el esfuerzo de utilizar nuestras herramientas y recursos museales para darles una de las tantas respuestas posibles. Construir desde lo más simple de sus cotidianeidades.

Para concluir, ¿qué lecturas clave recomiendas para entender las nuevas museologías?

Te menciono las que a mí me han gustado mucho. Primero que nada Tereza Scheiner, me encanta. No la conozco en persona, pero leo sus trabajos y me parecen interesantísimos, porque ella supo deconstruir a la museología. Llevó lo que se conoce como giro ontológico al campo museal. Por eso su aporte me parece de lo más novedoso, y actualizado. Su trabajo teórico muestra que hay una museología que está viva y al tanto de lo que se está discutiendo en otras disciplinas. Ella propone algo muy interesante: redefine la museología como la relación que existe entre el humano y su realidad. Como las relaciones y humanos son diversos y múltiples, la museología se flexibiliza y expande infinitamente. ¡Increíble! Además de que es mujer y latinoamericana, que si no nos echamos porras entre nosotras, pues ¿quién?

También me gustan mucho las miradas críticas que se hacen sobre el turismo. Creo que es el otro GRAN TEMA de la posmodernidad, y me interesa estudiarlo desde las nuevas re-vinculaciones y redefiniciones que se están realizando en los territorios, los patrimonios y las ciudadanías desde el turismo de masas.

Y más allá de eso, también leo otras cosas que me gustan mucho. En realidad estoy aprendiendo mucho de lenguajes más actuales, como es el Instagram. Es decir, cómo algunas cuentas de IG escriben y exponen las temáticas que divulgan. Los textos que se utilizan, las historias, el impacto visual, las relaciones en cuanto a palabras. No son cuentas académicas ni museales, pero aprendo muchísimo.

Me gustaría mencionarte a una mujer que me fascina. Es Valentina Quintero (@valendeviaje), una periodista de viajes venezolana que es muy famosa por allá y fue elegida como una de las mujeres más influyentes del año 2018 por la BBC. La recomiendo mil veces por varias razones. La primera, y lo que más aprendo de ella, es su sentido de patrimonio venezolano. Ella insiste en que el sentimiento de arraigo no viene con el nacimiento, sino que se construye, entonces en este duro momento de migraciones que están atravesando en este país, su discurso es totalmente contemporáneo. Profundiza en las cosas que hacen ser a los venezolanos, y que va desde comer mangos, hablar fuerte, tomar ron, y demás. Los paisajes cotidianos en los que conviven, etcétera. Este es un tema/concepto que estoy trabajando mucho en mis investigaciones, es el de cosmopraxis (el saber hacer, lo que se aprende y evidencia quién eres en tu cotidiano).

Además, escribe muy bien, y le pone mucha emoción a sus relatos. Lo que tanto nos habla la interpretación temática y la divulgación significativa de Gándara [4], ella sin saber y querer lo practica y cuenta en sus redes sociales. Alejada de la academia y del lenguaje museal, me hace reflexionar sobre la manera en la que trabajo y pienso la museología por un lado; y por el otro me muestras otras propuestas sobre cómo construir narrativas identitarias actuales.

También aprendo de otra gente, la ciudadana de a pie, que me encuentro todos los días en la calle, en el transporte público, en los parques y demás; quienes me conversan sobre las sociedades y territorios en los que quieren ver crecer a sus hijxs. Siempre estoy pensando: cómo esto que me está contando puedo trasladar al lenguaje museal. Y así me paso los días… 


[1] Lee la primera entrevista con Florencia aquí: Museología desde el Cono Sur.

[2] Smith, Laurajane. 2011. El “espejo patrimonial” ¿Ilusión narcisista o reflexiones múltiples? Antípoda 12:39-63.

[3] Puebla, F. (2015). La dimensión social en el pensamiento museológico contemporáneo de México. El caso del INAH durante el periodo 1972-1988 [Tesis de Maestría en Museología]. Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía «Manuel del Castillo Negrete».

[4] Manuel Gándara. Arqueólogo mexicano quien ha propuesto la metodología de la divulgación significativa o interpretación temática «a la mexicana», una propuesta de comunicación educativa centradas en las personas.

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De públicos de museos a ¿usuarios de páginas web de museos?

En este momento de crisis y distanciamiento social generados por las medidas de combate y prevención del Covid-19, la UNESCO declara que existen alrededor de 60,000 museos cerrados total o parcialmente en el mundo. En este panorama, podríamos pensar que los públicos visitantes, aquellos que asistían físicamente a las instalaciones de estas instituciones, se han desvanecido.

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Captura de pantalla tomada a partir de https://inba.gob.mx/sitios/recorridos-virtuales/palacio-de-bellas-artes/

Afortunada o desafortunadamente, la emergencia ha ocurrido en un tiempo en el que los museos no ciñen sus estrategias al edificio y experiencias insitu sino que han traspasado sus muros para extenderse al espacio virtual. Así, en estos días de cuarentena y del llamado a quedarnos en casa, muchos museos comenzaron una tarea sin tregua para permanecer visibles y relevantes, relanzando, transformando o incluso creando nuevos contenidos en línea para sus ¿nuevos públicos?

El reto a superar no es nada fácil. No solo porque varios museos enfrentan problemas presupuestales, a veces falta de liderazgo y sensibilidad -tenían ya una historia previa con la precarización laboral- y el contexto actual los agrava, sino también por la dificultad que implica “traducir al lenguaje audiovisual un producto procedente de un contexto totalmente diferente”, como bien señalan los integrantes del Museo Transformador en un interesante artículo publicado en Nodo Cultura recientemente.

El problema principal radica en que la visita a un museo tiene características muy particulares difíciles de emular en el espacio virtual. En esta materia, los estudios sobre públicos tienen mucho que aportar para entender las diferencias y similitudes, para estudiar este nuevo contexto y plantear posibles alternativas en el escenario actual en el que los públicos podrían transfigurarse a usuarios [1].

La experiencia de visitar un museo, como lo han señalado los investigadores John Falk y Lynn Dierking (2019), se compone de la interacción de los contextos personal, social y físico. En el primero influye quién es el visitante, sus intereses,  motivaciones e identidades; en el segundo, la interacción que tenemos, tanto con nuestros acompañantes como con el personal del museo y, en el tercero, toda la composición del espacio físico, incluyendo por supuesto las obras, el edificio, el ambiente. De estos tres contextos, los cambios más radicales se ubican en el social y el físico; de igual forma, el contexto individual experimenta variaciones: las motivaciones de un usuario actual de las páginas web de los museos también se han transformado.

De aquí que la polémica añeja de si las visitas virtuales pueden sustituir o sustituirán a la visita física no tiene tanto sentido. Y sin embargo, aquí estamos ante un escenario forzado que nos obliga a analizar y reimaginar lo que los museos pueden ofrecer a la sociedad hoy mismo. De reconocer las particularidades del espacio museal y la experiencia encarnada, asociada con las necesidades y motivaciones de los nuevos públicos/usuarios, dependerá qué tanta capacidad tengamos para responder a éstas con propuestas relevantes, empáticas y significativas.

En lo particular extraño la sensación que da trasladarme y recorrer un museo, transitar por su atmósfera [2], desempeñarme allá «afuera» en el espacio público, en interacción con otros -la mayoría desconocidos-, observando, disfrutando, comentando, interrogando a los objetos [3]. Hasta hoy no he buscado aun experiencias museales virtuales a título personal,  todavía estoy procesando esta nueva circunstancia.

Mientras tanto releo algunos de los estudios recientes sobre los intereses, las motivaciones, las identidades ligadas a éstas, y los distintos tipos de involucramientos que los públicos de los museos buscaban en sus visitas físicas para pensarlos, repensarlos, cuestionarlos y resignificarlos en este escenario actual de retos, pero también de oportunidades. Prometo un resumen pronto.


[1] Agradezco a Nayeli Zepeda los comentarios que detonaron esta reflexión.

[2] De acuerdo con Bjerregaard (2015), la experiencia del museo es personificada, encarnada y de desplazamiento, en ésta, más que los objetos en sí mismos importa la atmósfera: eso que está ahí entre los objetos y los sujetos.

[3] El estudio de Rosa Elba Camacho Rodríguez (2018) sobre las experiencias de los visitantes con la materialidad de los objetos da luz sobre cómo el «contacto» directo con las colecciones provoca capas de significados y emociones en los públicos.

Referencias

Bjerregaard, Peter. (2015). Dissolving objects: Museums, atmosphere and the creation of presence. Emotion, Space and Society, 15, 74-81.

Camacho Rodríguez, Rosa Elba. (2018) «El análisis cualitativo de las narrativas de visitantes: Una reflexión en torno a Aztecs. Conquest and Glory» En: Leticia Pérez Castelllanos (coord.) Estudios sobre públicos y museos, volumen III. Referentes y experiencias de aplicación desde el campo. México, D.F.: Publicaciones digitales ENCRyM/INAH, 273 págs. Disponible en: http://bit.ly/PúblicosyMuseosV3

Falk, J. H. (2013). The museum experience revisited. Left Coast Press, Inc.

Publicaciones mexicanas sobre museos

52129984_556468831534276_2392802331587510272_nRecientemente una colega visitó una reconocida librería en la Ciudad de México para buscar novedades editoriales sobre museos ¿Qué encontraste? Le pregunté. Prácticamente nada, fue su respuesta.

En una entrada anterior de este blog «¿Qué estamos leyendo?«, adelanté algunas ideas generales sobre lo que leemos los profesionales de museos en Latinoamérica, y especialmente en México. La respuesta en un breve sondeo en Twitter, me llevó a preguntarme ¿Cuál es el universo de publicaciones a las que tenemos acceso en nuestro país?

Aunque hay una aparente aridéz, y solemos reiterar que los profesionales de este campo somos ágrafos, resulta que sí existe una producción más amplia de la que solemos pensar. Sin embargo, muchos estudios, resultado de investigaciones de grado -tesis de licenciatura, maestría y doctorados-, y gran parte de la investigación académica, no alcanzan los estantes de nuestras librerías como productos editoriales atractivos para un público más amplio, tanto de profesionales en los museos, académicos o de publicos interesados.

Por ello, les ofrezco una lista preliminar de publicaciones mexicanas sobre el tema. Incluí libros completos editados en México, sin considerar los catálogos de exposiciones o de museos, guías, o memorias de eventos académicos. No cubre la producción editorial periódica en revistas como Gaceta de Museos, Intervención, Cuicuilco Revista de Ciencias Antropológicas o Alteridades, que sí han abordado esta temática, tampoco incluye artículos de corte académico o científico de revistas especializadas. Por supuesto otros temas como patrimonio cultural son afines, pero comencé por algo más acotado.

Aunque traté de hacer una lista exhaustiva, pude cometer omisiones. Invito a los colegas a sugerirme otros títulos que, por desconocimiento, no incluí, y me comprometo a agregarlos.

Por favor dirijan su atención a:

  • La cantidad de títulos
  • Los años de publicación
  • Los temas que se abordan
  • La aplicabilidad en el campo profesional y académico.

En estos días mientras concluía de compilar esta lista, tuvo lugar el evento denominado El Museo Foro [1]. En una de las sesiones, Cintia Velázquez Marroni, apuntó argumentos que abonan a esta misma idea. Entre los retos contemporáneos de los profesionales de museos -y especialmente por lo que respecta a México- señaló que requerimos más referencias y bases propias sobre las cuales estructurar y avanzar nuestra labor. La pregunta nuevamente es ¿Qué estamos leyendo?

Aquí les dejo la compilación en estricto orden alfabético:

  1. Alexander, Jane (et. al.). (2019). Museo digital. Futuros y posibilidades – Digital museum. Futures and possibilities. MUAC, Museo Universitario Arte Contemporaneo, UNAM.
  2. Amieva Montanez, Mónica (et. al.). (2019). Museologia critica: temas selectos. Reflexiones desde la Catedra William Bullock – Critical museology: selected themes. Reflections from the William Bullock lecture series. Ciudad de Mexico. British Council Mexico; Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura; MUAC, Museo Universitario Arte Contemporaneo, UNAM.
  3. Arciniega Avila, H. A., Kraselsky Masmela, R., Museo de San Carlos, Instituto Nacional de Bellas Artes (Mexico). (2010). México en los pabellones y las exposiciones internacionales, 1889-1929. México, D.F.: Museo Nacional de San Carlos : Instituto Nacional de Bellas Artes : CONACULTA.
  4. Berndt León Mariscal, B. (2005). La investigación y la profesión del investigador en un museo de arte mexicano: algunas consideraciones (1. ed). México, D.F: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  5. Cimet, E. (1987). El público como propuesta: cuatro estudios sociológicos en museos de arte. INBA, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, Dirección de Investigación y Documentación de las Artes.
  6. Cruz Porchini, D., Garay Molina, C., Velázquez Torres, M., Universidad Nacional Autónoma de México, & Fundación BBVA Bancomer (Eds.). (2016). Recuperación de la memoria histórica de exposiciones de arte mexicano (1930-1950) (Primera edición). Coyoacán, México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
  7. Davidson, Lee y Leticia Pérez Castellanos. Embajadoras cosmopolitas. Exposiciones internacionales, diplomacia cultural y el museo policentral. (Vernon Press, 2020). De venta aquí
  8. Dujovne, M. (1995). Entre musas y musarañas: una visita al museo (1. ed). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
  9. Espejel Pérez, Edgar; Patricia Torres Aguilar Ugarte e Itzel Santana Toriz (Coords.) (2018). Donde el corazón late más fuerte. Educadorxs de museos en México I. México: Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Museo Franz Mayer y NodoCultura. Coordinadora de la versión digital: Nayeli Zepeda. Disponible aquí
  10. Fernández, M. A. (1988). Historia de los museos de México. México: Promotora de Comercialización Directa.
  11. Flores Valdés, J., Alvarez del Castillo, M. del C., Amoore Feith, M., & Becerra Bertram, J. (Eds.). (1998). Cómo hacer un museo de ciencias (1. ed). México, D.F: UNAM, Fondo de Cultura Económica.
  12. Gaitán, C. (1991). Fernando Gamboa, embajador del arte mexicano. San Angel, México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
  13. García Hernández, C., y Espinosa Meneses, M. (2015). Contextos educativos no-formales: el museo y la apropiación del conocimiento científico. Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa.
  14. Garduño, A. (2009). El poder del coleccionismo: Alvar Carrillo Gil (1. ed). México, D.F: Universidad Nacional Autónoma de México. [Aportación de Cintia Veláquez Marroni]
  15. González Cirimele, L. (2015). Miradas a la museología de Oaxaca: análisis semiótico-discursivo de dos museos comunitarios. México: CONACULTA -INAH – ENAH
  16. Jurado Prieto A. (2019) La gestión educativa en el museo. México: el autor. Disponible aquí.
  17. López Ruiz, F., Ortega González, C. del P., y Cordero, K. (Eds.). (2012). Museos y educación (Primera edición). México, DF: Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
  18. Mackenzie, B. E. (2005). Los museos de cara al siglo XXI: Seminario de administración de museos. Memorias. Mexico: British Council – CONACULTA -INAH -INBA -Universidad Iberoamericana.
  19. Marcín, M. (2013). Las ideas de Gamboa (y Chávez) (y Vasconcelos) (y Reyes) (yPaz). México, D.F: Fundación Jumex. Arte Contemporáneo.
  20. Martínez García, O., Portillo Ortiz, G., López Monroy, M. (2001). La comunicación visual en Museos y exposiciones. México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela Nacional de Artes Plásticas.
  21. Molina, C. A., Paredes Pacheco, J. L., Caro Cocotle, B. J., Museo Universitario del Chopo. (2014). Érase una vez un museo: apuntes históricos para el edificio y Museo Universitario del Chopo.
  22. Morales Moreno, L. G. (1994). Orígenes de la museología mexicana : fuentes para el estudio histórico del Museo Nacional, 1780-1940. México, D.F.: Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia.
  23. Morales Moreno, L. G. (Ed.). (2015). Tendencias de la museología en América Latina. Articulaciones, horizontes, diseminaciones. México, D.F.: Publicaciones Digitales Encrym-INAH. Disponible aquí 
  24. Moreno Guzmán, M. O. (2001). Encanto y desencanto: el público ante las reproducciones en los museos : tres casos del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. México, D.F.: INAH.
  25. Mosco Jaimes Alejandra (2018). Curaduría interpretativa, un modelo para la planeación y desarrollo de exposiciones. México: Publicaciones digitales ENCRyM-INAH. Disponible aquí
  26. Pérez Castellanos, L. (Ed.). (2016). Públicos y museos ¿Qué hemos aprendido? (Vol. 1). México, D.F.: Publicaciones digitales ENCRyM-INAH. Disponible aquí
  27. Pérez Castellanos, L. (Ed.). (2017). Apuntes para pasar de la teoría a la práctica (Vol. II). México, D.F.: Publicaciones digitales ENCRyM-INAH. Disponible aquí
  28. Pérez-Ruiz, M. L. (1999). El sentido de las cosas: la cultura popular en los museos contemporáneos. México, D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  29. Pinochet, C. (2017). Derivas críticas del museo en América Latina. SIGLO XXI EDITORES.
  30. Rico Mansard, L. F. F. (2004). Exhibir para educar : objetos, colecciones y museos de la ciudad de México (1790-1910). Barcelona; [Mexico, D.F.]: Ediciones Pomares ; Conaculta.
  31. Rico Mansard, L. F. F. (Ed.). (2011). Aportaciones a la museología mexicana. México, D.F.: Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM.
  32. Rico Mansard, L. F. F. (Ed.). (2014). Nuevas aportaciones a la museología mexicana (Primera edición). México, D.F: Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM.
  33. Rico, J. C. (Ed.). (2014). Una experiencia piloto. La percepción espacial en los museos. México, D.F.: Publicaciones Digitales Encrym-INAH. Disponible aquí
  34. Rico Mansard, L. F. F. (2015). Aportaciones a la museología y la educación en México. Mexico D.F.: Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM.
  35. Rico Mansard, L. F., y Sanchez Mora, J. L. (2000). ICOM Mexico : semblanza retrospectiva. Mexico: Conaculta-Fonca.
  36. Rio Cañedo, L. del. (2010). Las vitrinas de la nación : los museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia : contexto, desarrollo y gestión : 1939-2006. México, D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  37. Rosas Mantecón, A. R., & Schmilchuk, G. (1999). Exponer comunicando. Evaluación de dispositivos de interpretación El cuerpo aludido (Museo Nacional de Arte, 1999). Cenidiap. Disponible aquí [Aportación de Graciela Schmilchuk]
  38. Ruz, M. H., y Sellen, A. T. (Eds.). (2010). Las vitrinas de la memoria, los entresijos del olvido: coleccionismo e invención de memoria cultural (1. ed). Mérida, Yucatán: Centro Peninsular de Humanidades y Ciencias Sociales, Univ. Nacional Autónoma de México.
  39. Saborit, A., & Zarebska, C. (Eds.). (2014). Museo Nacional De Antropologia: 50 Aniversario 1825 – 1964. Mexico: CONACULTA, Dirección General de Publicaciones. [Aportación de Cintia Veláquez Marroni]
  40. Schmilchuk, G. (1987) Museos, comunicación y educación: antología comentada. (1. ed). México: INBA, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas. Disponible en: http://cenidiap.net/biblioteca/libros/Museos5.pdf [Aportación de Graciela Schmilchuk].
  41. Schmilchuk, G. (2007). Arte de México en Alemania. Un estudio de recepción. México, D.F.: Cenidiap, INBA, FONCA, CONACULTA. Disponible aquí
  42. Torres, P., Zepeda, N., Ekdesman, D. Menú para visitar museos de una forma emotiva, única, creativa y participativa. México, NodoCultura. Recuperado de: http://nodocultura.com/wp-content/uploads/2016/06/menu_para_visitar_museos.pdf
  43. Universidad Iberoamericana (Ed.). (1992). De museos. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, Departamento de Arte.
  44. Vallejo, M. E., Torres, P., y Rodríguez, M. M. (2002). Educación y museos: Experiencias recientes : antología. México, D.F: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  45. Vázquez Olvera, C. (1997). El Museo Nacional de Historia en voz de sus directores. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  46. Vázquez Olvera, C. (2005). Alfonso Soto Soria. Museógrafo mexicano. México, D.F.: CONACULTA; Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  47. Vázquez Olvera, C., & Larrauri, I. (2005). Iker Larrauri Prado: museógrafo mexicano. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  48. Vázquez Olvera, C. V., & Lacouture, F. (2004). Felipe Lacouture Fornelli: museólogo mexicano. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  49. Witker, R. (2001). Los museos (1. ed). México, D.F: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
  50. Zárate Miguel, G. (2003). Los espacios de la memoria: historia del Museo Regional de Querétaro (1. ed). México, D.F: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  51. Zavala, L. (2013). Antimanual del museólogo. Hacia una museología de la vida cotidiana. México, D.F: CONACULTA : INAH.

Y quizá vale la pena abrir un capítulo para las publicaciones sobre museos / museología mexicana en inglés (inspirada por la sugerencia de Cintia). En caso necesario las separaré en otra entrada.

  1. Achim, M. (2017). From idols to antiquity: forging the National Museum of Mexico. Lincoln, NE: University of Nebraska Press. [Aportación de Cintia Veláquez Marroni]
  2. Garrigan, S. E. (2012). Collecting Mexico: Museums, Monuments, and the Creation of National Identity. Univ Of Minnesota Press.

[1] Organizado como una colaboración entre la Cátedra William Bullock (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) y el Seminario Permanente de Museología de América Latina (Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía).

En el diván… psicoanálisis museológico. Sesión #1

Nayeli es historiadora del arte y maestra en museografía didáctica, trabaja en en NodoCultura y en educación en museos de forma independiente. En esta sesión de psicoanálisis museológico se pregunta por… una ética que fortalezca la profesión museística frente a las condiciones laborales.

Aquí el texto del video:

Los museos dependen de la pasión de sus trabajadores: Funcionan bajo un modelo de inequidad, es decir, el desempeño laboral no siempre es retribuido de manera justa. Este modelo es ineficiente, para el estilo de vida del trabajador, y para la manera en la que se desarrolla el trabajo: lento, barato y sin motivación más que la personal.

Se olvida que la salud individual deriva también en la salud de nuestras colaboraciones. Detrás del gran edificio, de las exposiciones, de los catálogos, estamos nosotros, y no aislados, sino colaborando, en equipo. Ahí justamente es donde podemos desarrollar un modelo más ético de trabajo.

En el Código Deontológico del ICOM se indica que el conocimiento y la habilidad intelectual no son suficientes, sino que es necesaria la ética y la lealtad entre profesionales. Gary Edson, en su libro Museum Ethics, dice que fallar a estos estándares causa pérdida de confianza entre colegas, y también entre el museo y el público. Incluso, en un reporte de 1978, de la American Association of Museums, se mencionaba que debemos relacionarnos con nuestros compañeros de forma efectiva y positiva, y esto incluye posiciones básicas, recién empleados, voluntarios, coordinadores, directivos, profesionales bajo cualquier tipo de contrato.

El salario promedio de un egresado de licenciatura, en México, es de 6,870 pesos [Unos 275.21 dólares americanos]. Mi primer trabajo como investigadora en un museo era por honorarios, con la responsabilidad de un empleado de planta, y obtenía menos que ese sueldo. Sin embargo, todo lo que faltaba en mi salario lo valían las personas que estaban ahí, básicamente nos volvimos un sistema de apoyo con el que le hacíamos frente a las condiciones poco flexibles de nuestro trabajo.

La construcción de una red ética nos puede servir como un sistema de soporte que, incluso, modifique el modelo de trabajo del museo. Pero para lograrlo, hay mucho que hacer a nivel personal, profesional e institucional. Lo que tenemos que hacer es:

Recordar por qué hacemos lo que hacemos, recordar nuestras pasiones.

  1. Trabajar la empatía con nosotros mismos.
  2. Valorar y reconocer nuestras habilidades. También reconocer a nuestros compañeros y sus aportaciones; tenemos que nutrir la red que hemos construido con nuestros colegas, mentores.
  3. Un buen liderazgo reconoce el valor del talento en su personal. La institución tiene que invertir en el aprendizaje continuo y así actualizarnos, investigar, para así poder realmente contribuir…
  4. Tenemos que evaluar y evaluarnos, regresar a nuestra misión personal, a la profesional y a la institucional. Ver críticamente si coinciden y cómo podemos mantenernos enfocados en nuestro propósito.
  5. Tenemos que asegurarnos de que los museos sean entornos de trabajo sanos, con respeto, lealtad, y sentido de comunidad.
  6. Tenemos que recordar que lo personal es también político. Tenemos que conocer nuestros derechos y, desde cualquier puesto o rol, tenemos que abogar por la mejora de las políticas institucionales de los museos.

La solución es compleja, pero estas prácticas pueden ser un punto de partida de una ética imperativa que fortalezca la profesión museística en sus distintas dimensiones.

Esa extraña cosa llamada museo

2017-07-27 18.31.08Una de las polémicas más recurrentes en el ámbito de los museos es la de sus definiciones. Las hay de todo tipo: de diccionario, legales, desarrolladas por asociaciones de profesionales de museos o por investigadores. Las hay normativas y evocativas, y hasta existen llamados a no definirlo y tan solo dejar que la realidad dé contenido a la palabra. Esto… ¿es un museo?

En entradas anteriores escribí sobre la incomodidad que me causa la definición hegemónica del Consejo Internacional de Museos (ICOM), y también cuestioné el carácter «abierto» que atribuye como parte de las características del museo. El día de hoy más que emitir una opinión propia, quiero dejarles algunas viñetas y recursos sobre las discusiones que están sucediendo ahora mismo respecto a cómo definir al museo.

  1. En la reciente reunión del Comité Internacional para las Colecciones y Actividades de los Museos de Ciudad (CAMOC) del ICOM, realizada en la Ciudad de México, se llevó a cabo una sesión para que los asistentes compartieran sus opiniones en torno a diversos aspectos que configuran las discusiones sobre la definición museo. Éstas fueron:
    • ¿Cuáles piensas que son las contribuciones más importantes que los museos pueden hacer a la sociedad en la siguiente década?
    • ¿Cuáles piensas que son las tendencias más fuertes y los retos más serios que tu país enfrentará en la siguiente década?
    • ¿Cuáles piensas que son las tendencias más fuertes y los retos más serios que enfrentarán los museos en tu país en la siguiente década?
    • ¿Cómo piensas que los museos deberán cambiar y adaptar sus principios, valores y formas de trabajar en los años que vienen para afrontar esos retos y eriquecer sus contibuciones?
  2. Anteriormente el Comité Internacional para la Museología (ICOFOM) del mismo organismo,  publicó en línea el texto: Définir le musée du XXIe siècle. Matériaux pour une discussion. Se trata de un texto preparatorio para las mesas sobre el tema que tuvieron lugar en París, del 9 al 11 de junio de 2017. El documento se estructura en tres partes:
    • Un panorama general geográfico e histórico de las definiciones de museos.
    • Lo que nos dicen los marcos legales nacionales.
    • Contribuciones de académicos que invitan a una mirada crítica.
  3. Pronto tendrán lugar dos reuniones en las que también pondrá el tema a debate:
    • IV Seminario de Museología Experimental y Simposio Internacional del ICOFOM titulado Definir el museo del siglo XXI, experiencias latinoamericanas, que tendrá lugar en Río de Janeiro el 16 y 17 de noviembre. El programa esta disponible aquí.
    • Simposio Internacional sobre la de definición del Museo del Siglo XXI. Organizado conjuntamente por el Comité de Teoría Museológica para América Latina y el Caribe (ICOFOM LAM) y el Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), Argentina. Tendrá lugar el 8 y 9 de noviembre. El programa está disponible aquí.

Y ustedes ¿Qué piensan?

 

 

Objetos museales ¿Vivos o muertos?

Recientemente fui invitada a participar en las Mesas de Discusión Teórica que organiza la Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural, con el tema: Uso y función del patrimonio “viviente” en museos. Debo decir que fue muy interesante pensar en estos términos y hablar de los objetos de museos y su «vida» desde las aportaciones que ha hecho la museología.

Para abordar el tema retomé un texto que había escrito con anterioridad: ¿El mundo es un gran museo? el cual presenté como primera parte de la reflexión. Fue útil hablar de la transformación del concepto museo para de ahí derivar la reflexión sobre los «objetos» que contienen. Así, en esta entrada presento la segunda y tercera parte de esa reflexión.

Primera parte: ¿El mundo es un gran museo? 

Segunda parte: los espacios museales, los objetos museales

2016-06-03 12.44.17

Esta noción de espacio museal ha sido necesaria para entender a una institución que ha mutado con adaptaciones a un medio y a una sociedad cambiante. Si en sus primeros años los museos estaban fuertemente enfocados a la conservación y estudio de los objetos –con la exhibición y la educación como tareas marginales, hoy en día las propuestas han llegado a la aparente paradoja de espacios designados como museos que incluso carecen de objetos y colecciones. El término “museo” quedó entonces corto para un fenómeno que desbordó los límites claros y las paredes de la arquitectura de cánones clásicos y a la vez transformó lo que se ha definido como objeto y colecciones museales.

Elaine Heummann Gurian, museóloga estadounidense, en su texto: Cuál es el objeto de este ejercicio: una exploración serpenteante por los muchos significados de los objetos en los museos [“What is the object of this exercise. A meandering exploration of the many meanings of objects in museums”] publicada en la serie de artículos compilados en el libro “Civilizing the museum”, nos lleva de la mano por una exploración de los diversos significados de los objetos en el ámbito museal. La conclusión, que no revelaré desde ahora, los puede sorprender.

Me interesó el texto de Gurian porque me fue posible alinear una serie de cuestionamientos que desarrolla de manera brillante en su texto con las preguntas que detonan la discusión en esta mesa. Preguntas en las que mis colegas -Begoña Muerza y Octavio Murillo- ahondaron más. Por mi parte quisiera guiarles por las ideas de la autora en torno a los objetos ¿Qué hace a un objeto un objeto de museo?

Para Elaine la definición del objeto en el pasado era fácil y en torno a ésta, venía la privilegiada responsabilidad en los museos de atender la adquisición, conservación, seguridad, exhibición, estudio e interpretación de estos. Era fácil porque se trataba de “las cosas reales”, se utilizaban palabras como único, auténtico, original, genuino, actual. Las cosas se coleccionaban por su relevancia, se encontraban enmarcadas dentro de la historia del mundo: natural, cultural o artístico. No obstante, las cosas reales tenían más de un significado, a veces podían ser “un objeto único” o “único en su tipo” o bien “un ejemplo de” es decir un “ejemplar” Ambos tipos de objetos: únicos y ejemplares fueron incorporados a las colecciones.

A medida que el museo fue perdiendo solidez como definición y comenzó a adoptar a otros espacios que compartían tareas – como hemos visto zoológicos, jardines botánicos, etc. -, las definiciones de colección y de objeto también adquirieron propiedades más bien flexibles que sólidas ¿Los grupos de animales y plantas vivos podrían ser consideradas colecciones? Varios de estos cambios tuvieron lugar con propósitos de acreditación ante instancias como el propio ICOM o la Asociación  Americana de Museos. Ser un espacio acreditado como museo proveía beneficios. Las cosas se pusieron más interesantes. El texto de Gurian nos muestra que incluso algunas instancias como las galerías que no poseían colección propia también se incluyeron en la definición museo. Otros objetos creados en espacios como los centros de ciencia que se produjeron para mostrar ciertos fenómenos científicos con el paso del tiempo han llegado a ser colecciones relevantes para la historia de las disciplinas

¿Sólo aquellos objetos que han sido trasportados desde un lugar distinto al propio museo son considerados objetos de museo? Se pregunta la autora ¿Y los que fueron creados dentro del propio museo? ¿O los que quedaron atrapados in situ cuando el espacio se declaró como bien patrimonial o museal?

Aquí cabe extraer del texto que se me proporcionó como guía para la reflexión de esta mesa la parte en donde se dice: “existen circunstancias en las que ciertos bienes culturales son separados de su contexto para formar parte de una colección de museo” Paul Philippot recomienda que: “El reconocimiento del valor y del contexto [del patrimonio cultural] conduce lógicamente al principio de que cada objeto debe, cuando sea posible, ser conservado in situ. Mantener los objetos en la casa de un prócer a la que se le convierte en museo es mantener su contexto y sin embargo, ¿el proceso museal está afectando su vida? ¿Lo mismo vale decir de un templo o convento que ha pasado por procesos similares?

El texto guía también menciona que para Herb Stovel y otros autores, el patrimonio cultural “viviente” o “vivo” se refiere a sitios o bienes culturales que se encuentran en pleno uso dentro de su contexto original. Y Philippot es enfático cuando dice que el objeto nunca debe ser privado de su contexto si queremos impedir que quede aislado y “Musealizado”, separado de la vida ¿Los objetos mueren cuando se trasladan a un museo? ¿O adquieren una nueva vida? Es decir, en este símil, ¿reencarnan en algo más?

Debemos recordar que no necesariamente son separados por voluntad, muchos objetos transitan por diversos contextos y la suerte que corren es más bien indeterminada, la manera en cómo han sido “separados de su vida” es algo que se aborda desde la arqueología y desde los estudios sobre la cultura material, con una corriente que se refiere a la biografía cultural de los objetos. Para Néstor García Canclini, entender cómo los objetos artesanales adquieren una nueva dimensión transformando por ejemplo una olla de cocción a florero o un textil utilitario a obra de arte enmarcada, no debe conducir necesariamente a sostener que el significado del objeto se perdió, más bien se transformó, cuando al pasar de un sistema cultural a otro adquirió nuevas relaciones sociales y simbólicas, en una circulación de bienes y mensajes que reestructuran sus significados.

Tercera parte: las preguntas de esta mesa, y más preguntas

Desde mi punto de vista, en efecto, aún el patrimonio “viviente” que se incorpora a un museo o queda atrapado en él, adquiere nuevos usos y funciones y por ende una nueva vida. Si en esta nueva vida está condenado a ser pieza de aparador muda será otra cosa a cuestionar o si tendrá por así decir un “médium” que le haga hablar a través de una re contextualización que emula su función original o bien que interpreta los múltiples significados que pudiera tener en distintas etapas de su biografía, también es algo por analizar.

Para la segunda pregunta planteada por los organizadores de la mesa: ¿Qué papel tienen los actores sociales originales en este cambio de contexto? Regreso al texto de Elaine. A lo largo de las preguntas que plantea y mediante las que va elaborando su argumento, llega al punto al que han conducido las denominadas “nuevas museologías” es decir aquellas que rompieron con el paradigma predominante del museo templo –Así denominado por otro autor, Duncan Cameron-. Nótese que hablo de ellas en plural porque no sólo existe la Nueva Museología, una corriente establecida y muy identificada con las aportaciones que desde el ICOM hicieran los contextos francés y latinoamericano, sino de otras tantas propuestas anti hegemónicas que dan cabida a las mutaciones contemporáneas del museo a las que me he referido con anterioridad.

A partir de cierta crisis vivida en el museo hacia los años 60 del siglo pasado, las prácticas más comunes en los museos fueron cuestionadas. La autora se pregunta: ¿cómo se preservarán mejor los objetos? ¿Todos los objetos se conservan mejor si se dejan sin usar?¿De quién son las reglas para la conservación de las colecciones? ¿De quién es la propiedad de dichas colecciones? ¿Quién dice que todos los objetos deban ser conservados? ¿Qué se conserva?: ¿los objetos? ¿o las prácticas que se recrean por medio de estos?

Las corrientes contemporáneas de los museos dieron lugar y cabida a muchas de estas discusiones, por ejemplo, admitiendo el derecho de propiedad de los pueblos originarios sobre colecciones que les fueron “expoliadas” o apropiadas bajo criterios de investigación científica. Especialmente sensibles han sido las restituciones de restos humanos.

En otras ocasiones han habido acuerdos: el museo queda como custodio de los objetos pero admite prácticas rituales en torno a éstos dentro de sus propias instalaciones. Por ejemplo, en Canadá se estableció el Task Force on Museums & First Nations para el trabajo colaborativo entre las comunidades “fuente” y los profesionales de museos. En el Museo Canadiense de la Civilización cada determinado tiempo los miembros de las etnias acuden a realizar rituales y los depósitos de colecciones están regidos con costumbres como las de no admitir mujeres menstruantes en determinados periodos del año. Estas prácticas por supuesto generan nuevas preguntas ¿Se pueden organizar exposiciones con objetos procedentes de estas comunidades fuente sin su permiso? ¿Qué aspectos problemáticos detona el tema de la propiedad cultural? Si la colección es mía ¿La puedo tener de regreso? -continúa Gurian.

Un caso paradigmático ha llevado este tipo de prácticas al interior de los museos pero de forma institucionalizada. Me refiero al Museo Te Papa Tonwarega de Nueva Zelanda, en donde a partir de su reubicación en el puerto de Wellington se instituyó como un museo bicultural en el que conviven formas museológicas occidentales con formas tradicionales maoríes en el tratamiento de los objetos.

El museo cuenta con curadores de este grupo quienes son los responsables del manejo de sus objetos, a los que atribuyen un alma o vida llamada “mana”. Los objetos merecen ser tratados como respeto y se les rinden ciertos rituales incluso cuando son transportados a otras sedes como parte de las exposiciones internacionales.

Tal fue el caso de la exposición Etu Ake, Orgullo maorí. Presentada en París, México y la Ciudad de Québec. Un alto funcionario maorí, especialmente facultado para realizar cierto tipo de ceremonias acompañó a la delegación de comisarios que montaban la exposición para realizar las ceremonias en los eventos inaugurales. Dependiendo de cada contexto la ceremonia fue adoptada con mayor o menor recelo, por ejemplo en París, en el Museo del Quai Branly no fue tan sencillo, en el museo se tuvieron discusiones respecto a cuál era la diferencia entre admitir una ceremonia de este tipo y otro tipo de ceremonias religiosas. Por el contrario en México, el evento incluso abrió la puerta a grupos que normalmente no son admitidos como parte de una ceremonia cívica como lo es la inauguración de una exposición.

Las prácticas maoríes trascienden el contexto específico de sus objetos culturales. Por ejemplo, al terminar la exposición temporal Gallipoli exhibida actualmente en Te Papa, el visitante puede lavarse las manos al concluir la visita. Desde el punto de vista maorí los objetos guardan cierto poder, y aquellos objetos del pasado, especialmente los que aluden a la vida y la muerte, están fuertemente cargados de energía, de la cual es necesario desprenderse tras el encuentro. Estos lavamanos existieron en la exposición Aztecas que se exhibió en este mismo museo, y se encuentran a la salida de los depósitos de colecciones en el propio museo.

Otro ejemplo es el de la ceremonia que se realizó en instalaciones del Museo Australiano al finalizar la exposición Aztecs. Conquest and Glory, cuyo fin era el buen regreso de las colecciones a México.

Estas dimensiones han sido analizadas desde conceptos como el de las “zonas de contacto” término aplicado a los museos por James Clifford, quien señala que se trata de un intento por invocar la presencia conjunta en el espacio y el tiempo de sujetos que han sido separados por disyuntivas geográficas y culturales y cuyas trayectorias ahora se intersectan. Los museos –con esa definición gelatinosa de la que hablé- cada vez más son lugares límite entre diferentes mundos, historias y cosmologías, nos dice Clifford.

En los casos canadiense y neozelandés me parece que el encuentro ha sido posible por un espíritu de reconciliación, no estoy segura si en México sucedería lo mismo. Por ejemplo, Raúl Barrera, curador de la exposición de Aztecas que he señalado, menciona, al reflexionar sobre lo vivido en Nueva Zelanda y su experiencia en México que: «En México, los pueblos indígenas son tratados como el ‘otro’ y exhibidos en el Museo de Antropología, no hemos encontrado nuestra identidad como nación incluyéndolos».

¿El patrimonio puede «vivir» en los museos? Desde mi modo de ver sí, en tanto que la materialidad física del objeto y sus sentidos permanezcan, aunque sus significados se reelaboren. En el caso de prácticas que involucran el uso de los objetos que pueden llevar a su deterioro, si lo relevante es la práctica, es ésta la que se convierte en el objeto de la conservación, su muerte sería su desaparición del ámbito cultural. Hoy en día, entiendo, los procesos de documentación son parte también de la conservación.

Y los objetos no siempre son el centro de los museos. Esta es la conclusión de Elaine, para ella, lo que importa son tanto la espacialidad del lugar como las memorias y las historias que son contadas. Los espacios museales, pero en especial los museos, nos dice Gurian: son espacios que almacenan la memoria y presentan y organizan significados en alguna forma sensorial, espacios de congregación con la habilidad de reunir grupos multi generacionales para experimentar cosas juntos: una evidencia colectiva de que estamos y estuvimos aquí.

Fuentes consultadas

Cameron, D. F. (2004). The Museum, a Temple or the Forum? In G. Anderson (Ed.), Reinventing the Museum: Historical and Contemporary Perspectives on the Paradigm Shift (pp. 61–73). Rowman Altamira.

Clifford, J. (1997). Routes: travel and translation in the late twentieth century. Cambridge, Mass: Harvard University Press.

García, C. N. (2004). Diferentes, desiguales y desconectados: Mapas de la interculturalidad. Barcelona: Gedisa.

Gurian, E. H. (2006). Civilizing the Museum: The Collected Writings of Elaine Heumann Gurian (1 edition). London ; New York: Routledge.

 

¿El mundo es un gran museo? #TBT

En la sección  #TBT ThrowBackThursday les comparto un texto que escribí en 2002. Nunca fue publicado y aún lo siento vigente.

¿El mundo es un gran museo?

Áreas naturales resguardadas, centros históricos declarados patrimonio de la humanidad, aldeas y comunidades protegidas por algún organismo nacional o internacional, arte público y arte en las calles ¿Podemos decir acaso que el mundo es un gran museo?

Aterrorizados algunos gritarían ¡no!, vanagloriados otros dirían ¡sí!, pero la mayoría de la gente común no tendría nada que responder al respecto. Los museos, al menos en México, han sido enormes mausoleos del aburrimiento de varias generaciones de escolares que van a ellos como ejércitos copistas de información o como coleccionistas de sellos a la salida y a veces a la entrada de estos recintos, para que el profesor crea que hicieron la tarea.

A nivel mundial, ese gran museo-templo que resguardaba los objetos más preciados de las naciones, a manera de cámara de maravillas, comenzó a recibir grandes críticas desde diversos ámbitos; en nuestro país, comenzamos a encontrar esfuerzos encaminados a dinamizar al museo, acercarlo al público y quitarle un poco de su seriedad.

Nuevas propuestas llegan a los espacios conocidos, otras nacen con identidades propias y algunas más casi llegan sorprendiéndonos por su atrevimiento.

Mientras tanto, los teóricos del museo se debaten por encontrar una definición que de cabida a tal diversidad. Así, el ICOM (Consejo Internacional de Museos perteneciente a la UNESCO) define al museo como: “un institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, difunde y expone los testimonios materiales del hombre y su entorno para la educación y deleite del público que los visita”.

Sin embargo, desde 1968 se admite que esta definición también incluye a las galerías permanentes de exposición que dependen de bibliotecas públicas y centros de exposición; monumentos históricos, tesoros de iglesias, yacimientos históricos, arqueológicos y naturales – siempre y cuando estén oficialmente abiertos al público-; jardines botánicos y zoológicos, acuarios, viveros e instituciones que exponen especimenes vivos así como a los parques naturales.

Una gran variedad de lugares inimaginables han sido calificados como museos. Por ello reitero esa terrible amenaza del mundo entero convertido en un museo. Pero ¿Qué diferencias y qué semejanzas hay entre estos sitios de esparcimiento y/o aprendizaje? Vayamos más allá….

“Las rejas de Chapultepec son verdes, son verdes…” dice una canción popular mexicana; pero, desde el año 2002 han servido además como escaparate o galería abierta en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México. La primera exposición presentada en este espacio: La tierra vista desde el cielo, proyecto del fotógrafo Yann Arthus-Bertrand fue una de las muestras más visitadas de México, ya que se calcula que casi 800,000 mil personas admiraron las fotografías al pasar frente a este corredor.

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Galería abierta de las Rejas de Chapultepec [1]

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Proyecto Agua Wasser,2002 [2]

Los protagonistas de Nacidos en el viaducto, un sketch de los años ochenta presentado en el programa de televisión mexicano la Carabina de Ambrosio, quienes se vieron obligados a hacer su vida en medio de un embotellamiento, tampoco podían imaginar los muros de su improvisada vivienda decorados por los murales del proyecto de arte público Agua Wasser.

 

Tomando estos dos ejemplos ¿Es posible decir que el Paseo de la Reforma o el Viaducto se han transfigurado adoptando la forma de un museo? Definitivamente no.

Este debate tiene una salida para dejar atrás las confusiones: sencillamente no son museos, como tampoco lo son los zoológicos, los jardines botánicos o los centros históricos, y no son museos porque sus características y formas son distintas, aunque no por ello se niegan sus semejanzas.

– – –

Un auto se detiene sobre el Paseo de la Reforma, son las once de la noche de un día que pasa del caos a la calma en la Ciudad de México, el conductor enciende las luces intermitentes del vehículo y avanza lentamente, el tripulante observa las fotografías exhibidas en las rejas del Bosque de Chapultepec usadas como el muro de una gran galería. El transcurso del tiempo lineal se rompió por un instante para dar paso a un momento de reflexión, el objeto –la foto- y el sujeto –el conductor- tienen un encuentro casual. De otra forma el conductor hubiera seguido de largo. Vemos cómo se ha creado otra atmósfera, algunas reflexiones y quizá algunos sentimientos afloraron.

Estamos hablando de algo denominado el espacio museal, un concepto más amplio que abarca la gran diversidad de lugares en los cuales se llevan a cabo estos encuentros y desencuentros entre sujetos y objetos de una forma que se aleja de la relación normal que guardamos con ellos, en donde media la exposición como intención comunicativa de otros que nos quieren contar algo.

Dentro de los espacios museales podemos encontrar al museo en todas sus variantes, desde el más clásico hasta el más novedoso, desde el que resguarda el patrimonio de una nación hasta el que busca transmitir conceptos científicos, podemos ubicar también a espacios que exhiben arte efímero como el Laboratorio de Arte Alameda, los foros de arte contemporáneo, las calles donde se exhibe el arte público, las zonas arqueológicas e históricas, los zoológicos y jardines botánicos.

Basta ya de la pelea por ostentar el nombre MUSEO en las marquesinas de la cultura o por evitar a toda costa que algún espacio caiga en el estigma de ser nombrado como tal. Demos a cada lugar su propia personalidad.

El museólogo Jorge Reynoso nos da un ejemplo muy ilustrativo sobre aquel objeto que sale de la cotidianeidad y que por ello adopta un carácter museal:

“Un objeto museal puede ser una moneda. Recuerdo mucho la canción de abre el ropero abuelita de Cri-Cri: ‘hay qué bonita espada de mi abuelo el general’. Esa cosa del ropero, de la abuelita, de la llave, del estar revelándosele a uno un sentido de la historia, o de la familia, o de la identidad, que no tiene que ver con el sentido del transcurso del tiempo cotidiano y enajenante, ese es un objeto museal”[3].

El espacio en donde esta relación ocurre se torna por momentos un lugar especial: permanente, temporal o efímero. Dichos espacios, robados al curso cotidiano han existido por siglos, en el XIX se institucionalizaron bajo el modelo del Museo – templo, icono de la modernidad y difusor de las narrativas de progreso e identidad de los estados naciones-, en el XX ese modelo clásico fue criticado y confrontado, evolucionando, cambiando; en el XXI podemos darnos cuenta que incluso tiempo atrás el fenómeno museal rebasaba ya los límites de cuatro paredes. Se abre al exterior, innova en las propuestas, toma por asalto los parques y paseos públicos, los camellones y los arroyos vehiculares.

Y sin embargo, no, el mundo no es un gran museo. Debemos reservar también los espacios comunes, debemos habitar lo ordinario para sorprendernos ante lo extraordinario. Debemos tener el ropero de la abuelita bajo llave para decir, parafraseando a Jorge Reynoso: “toma el llavero abuelita y enséñame tu ropero”, y ser capaces todavía de maravillarnos ante su contenido.

[1] Tomada de: http://www.mexicoescultura.com/actividad/149558/
memoria-fotografica-de-mexico.html 

[2] Tomada de http://www.jornada.unam.mx/2002/06/03/16an1cul.php?printver=0

[3] Reynoso, Jorge (2002) Entrevista realizada por Martha Jarquin, Leticia Pérez y Cynthia Hernández para el trabajo: Museos y posmodernidad, Maestría en Museología, Escuela Nacional de Conservacion, Restauración y Museografía. Museo de Ciencias y Artes (MUCA), UNAM, 31 de mayo de 2002.