Los museos al psicoanálisis. Las museólogas ¿También?
Autor: Leticia Pérez
Museóloga. Especialista sobre públicos y museos, exposiciones internacionales y diálogo intercultural. Un poco geek, cocinera, ciclista urbana. Mucho que decir y poco tiempo para hacerlo: http://saborsinsaber.blogspot.mx/ https://leedavidsonresearch.wordpress.com/
En la marcha por la conmemoración del Día Internacional de la Mujer una de tantas pancartas llama la atención: Soy doctora, no señorita, no muchachita.
Como sabemos la desigualdad de género también se expresa en el lenguaje, no solo en los artículos y el género de las palabras -lo que ha llevado a arduas discusiones sobre los cambios y reemplazos de vocales; por ejemplo, para referirnos a un colectivo de personas de géneros diversos: lxs, l@s, les, etcétera-, sino en su uso general y sus implicaciones para menoscabar los derechos de las mujeres a un trato igualitario.
Mientras un hombre es médico o doctor, sin importar su edad una vez que ya obtuvo el título, a las profesionales jóvenes de este campo se les nombra «señoritas» o «muchachas» o «niñas». Mientras a un hombre en un consultorio médico le dicen señor, en la antesala de no pocas clínicas públicas, todas somos «madrecitas» o «damitas». Mientras que a la mayoría de las cosas interesantes, innovadoras o «chidas» se les dice «están padres», a lo negativo se le suele decir «está de la madre». Y así.
En mi caso, alguna vez me pusieron en una tarjeta de presentación de un nuevo cargo: coordinador de evaluación. Yo las repartía con gran emoción y orgullo, sin percatarme de la invisibilidad de la que fui objeto al asumirme yo misma bajo el lenguaje masculino genérico que, para el caso del puesto en cuestión, sí contaba con una alternativa en femenino sin agitar las conciencias de la RAE.
En fin, ejemplos sobran, propios y ajenos. En particular quiero compartirles el poco o nulo reconocimiento a las mujeres participantes del innovador proyecto museológico «La Casa del Museo», realizado en la Ciudad de México entre 1972-1980. Ellas fueron pieza clave en su diseño y puesta en marcha: Coral Ordoñez, Lilia González, Karin Wriedt, Miriam Arroyo, Catalina Denman, Cristina Antúnez.
Como escribí un artículo al respecto: «La Casa del Museo (1972-1980): una comunidad de práctica en clave femenina» se los dejo aquí y les comparto el resumen:
«La Casa del Museo fue un proyecto experimental museológico desarrollado por el Museo Nacional de Antropología (MNA) durante los setenta, para llevar parte de sus exposiciones y actividades a colonias de la entonces periferia de la Ciudad de México. El “núcleo duro” de su historia ha dado protagonismo a su creador, el museógrafo mexicano Mario Vázquez Ruvalcaba a la vez sobresalen importantes figuras masculinas que asesoraron el proyecto, “los ideólogos”; sin embargo, una amplia investigación conducida mediante el método de la etnografía multilocal que incluyó un enfoque biográfico, pone en evidencia el papel central que tuvieron las profesionistas mujeres involucradas en este proyecto, quienes también lo dotaron de contenidos y sentidos durante sus ocho años de operación. En este artículo se expone en qué consistió el proyecto, la problematización de una historia sesgada basada en pocas fuentes, el método utilizado en la investigación, así como sus resultados. Estos develan un proyecto que conformó una comunidad de práctica principalmente en clave femenina, configurando las identidades de quienes le dieron forma a través de su participación.»
Ana Carolina es coordinadora de proyectos expositivos y editoriales y curadora del Museo Nacional de la Estampa del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura en México. En sus tiempos libres, pimpea textos ajenos y lee novelas posmodernas, investiga sobre la historia de la alimentación y, cuando puede, cocina. Fue investigadora en la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia; colaboradora periódica en la sección Historia de la gastronomía de la revista Soy Chef, y asistente editorial en La Caja de Cerillos Ediciones. La encuentras en twitter como @anitatormentas
En 2020 curaste la exposición «La célula gráfica. Artistas revolucionarios en México, 1919-1968» y nos concediste una entrevista para El Diván. De ese momento a la fecha, ¿cómo valoras tu trayecto como curadora?
Todavía me considero una curadora novata. “La célula gráfica” fue mi primera oportunidad curatorial y, vista a la distancia me parece que pude haber hecho las cosas mejor. En el periodo que pasó entre esa primera exposición y “Cada quien con su Toledo” ‒a pesar de la pandemia‒ tuve, digamos, un “entrenamiento curatorial intensivo”, que me permitió abordar el trabajo con más herramientas y experiencia.
En 2020, en el Museo Nacional de la Estampa, decidimos realizar pequeñas exposiciones virtuales, como una oferta alternativa para nuestros públicos en el momento del confinamiento. Estas exposiciones fueron todo un reto: la selección se hacía mediante fotos y además eran mucho más breves que las presenciales, con solo 20 a 40 obras. Los discursos debían ser concisos y atractivos. Así, en tres años, se han concretado 14 exposiciones con ideas del equipo del Munae, la ayuda constante de Liliana Nava y colaboraciones con curadores de otros museos ‒como Héctor Palhares y David Caliz, del Museo Nacional de Arte, y Carlos Molina, del Museo de Arte Moderno‒ y curadoras externas ‒como Laura González Matute, Alesha Mercado y Erika Contreras‒. El aprendizaje fue enorme y en poco tiempo.
A esta experiencia, se sumó la curaduría de la exposición de Carmina Hernández, “El gesto y la huella”, que fue mi primer ejercicio curatorial con una artista viva. Debido a que mi formación es en Historia y no Historia del Arte, empecé este proyecto con un poco de inseguridad, pues “La célula gráfica” tenía un discurso basado en el contexto en el que fueron creadas las obras; sin embargo, con la obra de Carmina tuve que dejarme conquistar por sus composiciones etéreas y poéticas y, de su mano, hacer una selección y un discurso. Así llegué a “Cada quien con su Toledo”, que me exigió abordar las obras tanto en términos artísticos y técnicos, como dentro de su contexto.
Francisco Toledo es una figura muy importante en la escena del arte y la cultura mexicanos, me encantó el título de la exposición «Cada quien con su Toledo», ¿cómo llegaste a él?, ¿qué evoca?
¡Ay, esa es una gran historia! Poner títulos a exposiciones, proyectos, artículos, textos de todo tipo siempre ha sido mi talón de Aquiles. Desde que se gestó el proyecto de la exposición de Toledo, la idea del equipo del Munae era que tuviera un título atractivo. Así que me puse como reto pensar en él mucho antes de que fuera tiempo de definirlo. La primera propuesta fue “Francisco Toledo, de Juchitán para el mundo”, que surgió en una charla de cena de viernes. Después de más de un año de revisar la obra de Toledo y leer sobre su trayectoria y activismo, tenía la percepción de que el maestro tenía un excelente sentido del humor y se destacaba por su irreverencia. Pero el título no pasó la aprobación del equipo, así que tuve que pensar en otro.
De derecha a izquierda: Ana Carolina Abad, Lucina Jiménez, Alejandra Frausto y Sara López Ellitsgaard.
Fue después de entrevistarnos ‒gracias a la gestión de la subdirectora del Munae, María Eugenia Murrieta‒ con varias personas que conocieron a Toledo y del viaje que hicimos a Oaxaca para revisar la obra y definir la selección, que surgió el nombre. Cuando platicamos con los conocidos de Toledo, Maru arrancaba la conversación con “A ver, cuéntanos, ¿quién es tu Toledo?”. Durante el viaje a Oaxaca, comentamos nuestra misión con varias personas, desde un músico callejero hasta el dueño de un restaurante, y todas las personas nos contaban anécdotas de cómo lo conocieron o qué pensaban de él; si coincidían con sus iniciativas políticas… vaya, si les caía bien o no. Ya de regreso a la Ciudad de México, platicando con mis compañeros del Munae que conocieron al maestro en 2014 cuando realizó una donación, también nos compartieron la imagen específica de este artista.
De ahí surgió el nombre de la exposición, de hacer consciente que las personas nos perciben de formas diferentes y que presentar una imagen totémica de un artista no hace más que reducir las posibilidades de interpretación y apreciación de su obra, la anquilosa y, a la larga, la hace poco vigente. ¡Y no podíamos hacerle eso a Toledo, quien en su trayectoria artística se apropió del cambio como uno de sus motores de producción! La verdad es que, después de tanto pensarlo, me encanta que el título haya gustado y llamado la atención.
En la misma línea, al ser Toledo alguien tan central, ¿encontraste algún ángulo poco explorado?, ¿pudiste reflejarlo en la exposición?
Encontrar una perspectiva nueva en la obra de un artista tan estudiado como Toledo no fue sencillo. Considero que la virtud de la exposición es la reunión de obra de todas las etapas de la trayectoria de este artista, algo que no había sucedido por varias razones. En primer lugar, porque hubo pocas exposiciones retrospectivas de Toledo, quien, al parecer, solía preferir presentar periódicamente la obra de creación reciente en varios lugares del país y del mundo. Segundo, porque su producción era tan abundante y en géneros tan variados ‒grabado, pintura, escultura, cerámica, textil, papel, joyería‒ que un proyecto comprensivo y exhaustivo no solo necesitaba mucho tiempo para realizarse, sino también muchas personas. Y, tercero, porque las exposiciones retrospectivas que existieron no pudieron abarcar la obra creada en sus últimos años de vida. Me parece que el que la exposición sea un proyecto del Munae, un museo dedicado al arte gráfico en específico ‒característica que, con frecuencia, se considera una limitante‒ me dio la excusa perfecta para concentrarme en un género artístico ‒quizá el favorito de Toledo‒ y evitar “distraerme” con obras realizadas con otras técnicas.
Con esas cartas sobre la mesa, decidí mostrar obras desde la década de 1960 hasta el año de su fallecimiento en 2018, con la intención de revelar permanencias y cambios. Es decir, los temas, estilos, técnicas y procesos de trabajo que se mantuvieron durante sus casi 60 años de trayectoria, pero también algunos que utilizó exhaustivamente en algún momento y, posteriormente, abandonó o sustituyó por otros. A mi parecer, logré este objetivo en la exposición.
Quizá la parte más complicada de realizar la selección de obra fue hacer un balance entre las obras “que debían estar” por su relevancia y fama y aquellas que “se han visto poco”. Uno de los comentarios a la exposición que más me ha emocionado vino de gente que había conocido y trabajado con Toledo y, al visitar la exposición, se sorprendía al encontrar obras que nunca habían visto.
«Curar» es un término desbordado en estos tiempos. ¿Cuál es tu particular visión de este ámbito?
¡Uf, qué complicado! A veces pienso que parte de la confusión con el término “curar” o “curador” es culpa de la traducción o de la variedad de figuras de profesionales de museos en diferentes latitudes y cuya función es “hacer exposiciones”. Considero que en el sentido más simple, “curar” es la acción de seleccionar ‒de ahí que ya existan curadores de todo, hasta de videos, tiktoks, música, comida… no es queja‒. Pero la simple selección de obra, no construye per se una exposición y, en ocasiones, a todos, incluyendo a los que hacemos curaduría, se nos olvida.
En el caso de las exposiciones de arte, la obra seleccionada debe estar ordenada en un discurso: ¿qué queremos (de)mostrar?, ¿qué queremos que el visitante “lea” a través de las obras? Recientemente, alguien me recordó ese objetivo de la curaduría y lo resumió con mucha precisión: “si la exposición fuera un ensayo, ¿cuál sería el hilo conductor?”.
La otra razón del “desborde” del término creo que es la amplitud de tipos de espacios de exhibición y de las mismas exposiciones. Dentro del ámbito artístico, están los curadores de arte contemporáneo, que suelen guiar a los artistas en su proceso creativo, pero también aquellos que, como yo, solemos trabajar con obra de artistas que ya no viven. Las tareas y procesos de ambos son muy distintas y, en ese sentido, imagino también las diferencias con curadores de exposiciones de ciencia, arqueología, historia, etc.
La curaduría, pues, es una visión casi personal sobre un artista, una generación, un periodo o un tema. Digo “casi personal” porque hay otros factores involucrados, dependiendo del espacio en el que se realizará la exposición; en mi caso, la pertenencia a una institución gubernamental, cuyas políticas y objetivos, a veces, influyen en el discurso curatorial (para bien y para mal). Y, si bien estamos acostumbrados a que la investigación, la curaduría y el trabajo creativo sea fundamentalmente individual, cada vez estoy más convencida que hay que promover las curadurías colaborativas que se generen a través de diálogos con otros curadores/investigadores, pero también con otros grupos: los artistas, los vecinos, los visitantes, para enriquecer las líneas discursivas y encontrar nuevas perspectivas.
Comienza un nuevo año y no puedo sentirme sino afortunada por todo lo ocurrido en 2022. Fue un año intenso, complicado, lleno de retos, pero también de satisfacciones. Hoy vuelvo a este espacio para compartirles dos revistas, recientemente publicadas, en las que tengo la enorme satisfacción de haber contribuido. La primera me llegó hacia el cierre del año y en ella publiqué la reseña de un libro que no se pueden perder. La otra se publicó iniciando este año. Entre otros artículos, está el mío que ofrece un modelo analítico para comprender la participación cultural desde múltiples dimensiones.
La Revista Museos es un órgano de difusión de la Subdirección Nacional de Museos del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural de Chile, con cuarenta números publicados y una intensa labor en la difusión del trabajo de este sector. En el número 40, pueden encontrar mi reseña a «El lenguaje museográfico. Un breve manual de introducción al conocimiento y uso del fascinante lenguaje del siglo XXI», de Guillermo Fernández (2021).
El libro de Guillermo, querido amigo y colega del colectivo El Museo Transformador se puede leer en línea o adquirir en plataformas para recibir la versión impresa.
La revista ICOFOM STUDY SERIES, es un órgano de difusión del International Committee for Museology del Consejo Internacional de Museos dedicado a temas teóricos y conceptuales sobre museología. Titula el volumen recientemente publicado como «50 años de la Mesa Redonda de Santiago de Chile: lecturas en clave actual». Para esta revista aporté el artículo: Un modelo analítico holístico para un museo integral.
«La Mesa Redonda de Santiago (1972) fue un parteaguas en la reflexión sobre el papel social de los museos. A partir de entonces se abrieron nuevas posibilidades para la discusión de sus acciones y vinculación con la sociedad. Como resultado se planteó un nuevo tipo de institución: el museo integral o integrado, el cual no quedó solo como una propuesta, sino que su dinámica se experimentó en un proyecto concreto: La Casa del Museo (Ciudad de México, 1972-1980). A pesar de ser un caso fundante de nuevos enfoques museológicos, poco se conoce sobre sus acciones y resultados. En este artículo, se le describe y examina, desde un modelo analítico holístico, para comprender sus alcances en el tránsito desde ideas más enfocadas al consumo y al acceso a la cultura, hacia otras, fundadas en la plena participación social.» (Resumen) Texto completo aquí
Un plus: me encantó compartir espacio en esas publicaciones con mis amigas y colegas Anamaría Rojas de Chile y Alejandra Panozzo de Argentina, una en cada revista, respectivamente.
Aprovecho para agradecer su acompañamiento en este espacio, invitarles a suscribirse y a seguirme en otras redes sociales. Twitter e Instragram @LetyPerezCast y Facebook: página El Diván Museológico y grupo «Públicos y Museos». También pueden ver otras publicaciones mías en la sección Mis publicaciones
Puedo decir que por primera vez realicé una curaduría. Lo hice para la exposición titulada «Transformar los museos. A 50 años de la aventura de Santiago». En otras entradas les contaré de esta experiencia a detalle, también prometo una visita guiada videograbada. Sin embargo, en esta ocasión quiero contarles algunos antecedentes para explicar el porqué considero que es mi primera experiencia (¿será la única?) y también compartirles las palabras que leí en la inauguración.
En mi desarrollo profesional en el campo de los museos me inicié como asistente curatorial. Corría el año 2000 cuando mi interés en los museos se perfilaba cada vez más. Tenía pendiente la titulación de la licenciatura en arqueología, pero la suerte —además de las recomendaciones— me llamó para incorporarme al equipo de los antropólogos Enrique Serrano y José Antonio Pompa como asistente curatorial para reestructuramos dos salas del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
Terminé ese trabajo, me titulé, e ingresé a la maestría en museología de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) con la idea de «ser curadora». Nada podía corresponder más a mi perfil de arqueóloga, interesada en la divulgación de esa disciplina. Pero el destino (¿existe el destino?) me tenía preparado otro camino. «Ya sé que vas para curadora» me dijo mi querida maestra Ana Hortensia Castro, «pero, ¿te interesa trabajar en el desarrollo de un nuevo museo, en el área de estudios de públicos?», continuó. Sí, claro, acepté. Me incorporé al equipo para el desarrollo de lo que sería el Museo Interactivo de Economía.
¿Qué hice en ese proyecto? Principalmente estudios sobre públicos y evaluación de exposiciones. El MIDE me brindó un espacio de aprendizaje sin igual en este campo, al que me he dedicado de lleno por los últimos ocho años. Pero, también hice algunos pininos en curaduría o quizá, mejor dicho, en el desarrollo de contenidos para los aspectos históricos del museo que cuentan la historia del edificio. Así, me embarque en la investigación para documentar el video «Voces del edificio» y para recrear dos accesorias comerciales: el estudio fotográfico Vergara y una sastrería. También me pidieron desarrollar una pequeña exhibición sobre historia de la banca.
Los caminos de la vida (como diría una canción popular) me llevaron entonces a otros rumbos. Y aquí estoy para contarles un poco sobre esta exposición. La invitación me la extendió Alejandra Ruano, una querida colega de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH. Ella junto con Jesús Álvarez, tuvieron la idea de desarrollar un proyecto expositivo para conmemorar los 50 años de la Mesa Redonda sobre sobre la Importancia y el Desarrollo de los Museos en el Mundo, un evento icónico de la museología latinoamericana con implicaciones en otros contextos internacionales. A esta iniciativa nos sumamos Cecilia Llampallas Sosa y yo. Mi participación abonó a las ideas iniciales desde mi investigación doctoral sobre La Casa del Museo (Ciudad de México, 1972-1980), un proyecto experimental de acción cultural extramuros realizado por el Museo Nacional de Antropología, el cual llevó a la práctica los postulados del Museo Integral derivados de la Mesa Redonda.[1]
Y así comenzó esta aventura. No fue nada fácil, me significó un reto mayor pero también mucha satisfacción. Como me leerán por aquí tratando este tema más de una vez, por ahora lo dejo aquí las palabras que leí en ocasión de la inauguración.
*Transformar los museos. A 50 años de la aventura de Santiago se encuentra en exhibición del 23 de septiembre al 26 de noviembre de 2022 en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Museo Nacional de Antropología, segundo piso.
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Ciudad de México, septiembre 26, Museo Nacional de Antropología.
Bienvenidas y bienvenidos. Agradezco su presencia a la inauguración de esta exposición conmemorativa de los 50 años de la Mesa Redonda sobre la Importancia y el Desarrollo de los Museos en el Mundo. Puedo decirles que no soy una especialista en la Mesa Redonda como tal; pero los caminos de mi investigación doctoral sobre La Casa del Museo me remitieron necesariamente a ese evento, tuve que leer mucho, y al hacerlo me familiaricé y me apasioné por esta reunión.
En estas palabras, no abordaré el contenido de la exposición ya que les invito a visitarla y no quiero arruinarles la experiencia, prefiero hablares desde los dos lugares que me tocó ocupar, primero en mi calidad de investigadora y luego en mi papel de curadora, que aún no acabo de procesar. Así quisiera contarles brevemente cómo llegué a La Casa del Museo, (y por lo tanto a la Mesa Redonda y a esta exposición). Es el “detrás de cámaras”.
A nivel personal, conocí sobre La Casa del Museo porque siempre se le mencionó, desde que estudié mi maestría se referían a ella y a Santiago. Pero estas menciones no superaban frases como “La Casa del Museo de Mario Vázquez”. En ese entonces esas remembranzas no me parecían relevantes, ni tampoco apuntaban a algún estudio a profundidad. Me parecían “una leyenda urbana” Pasaron los años, me involucré en la producción del número 60 de la revista Gaceta de Museos dedicada a Mario Vázquez. Lo que me llevó a un hallazgo. Rastreando fotos para esta tarea acudí al archivo histórico, para preguntar si existían materiales de la trayectoria de “el profesor”, Ana Luisa me indicó que me dirigiera a la Subdirección de Museografía: “muchas áreas cuentan con su propio archivo”. Así, en un armario de las oficinas de esa área encontré encapsulada una serie de documentos, fotos, libros y revistas que «el profesor dejó ahí cuando se fue». Abrí el armario y ahí estaba toda la documentación. En ese momento supe que el azar me puso frente a los materiales de La Casa del Museo, lo que se convirtió en el centro de mi investigación doctoral.
Pasaron los años, hice la investigación, me doctoré y aquí estamos ante un fruto de ese estudio: la exposición. Al respecto quiero decirles que soy museóloga egresada de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, y que he dedicado muchos años al estudio de los públicos de los museos, a comprender sus experiencias en las exposiciones, a indagar qué tanto de lo que los y las curadoras buscan comunicar, hace eco en los/las visitantes. Y ahora estoy aquí en ese lugar. Qué nervios.
Bueno, pues les cuento que, con toda mi intención, busqué un balance en los recursos: visuales, audiovisuales, sonoros, textos y colección original, que apliqué todo lo aprendido en mi querida ENCRyM, no solo como egresada sino como docente que soy desde 2014, para que esta exposición cuente una historia, para que los intrigue, los sorprenda y los provoque, que les genere preguntas y el interés de saber más, para que pasen un rato agradable.
En el pequeño espacio del que dispusimos (pero con la generosa hospitalidad de esta biblioteca y con la creatividad y experiencia de los museógrafos y las diseñadoras), ofrecemos espacios para la interactividad, para la participación. Incorporé otras estrategias que extienden la experiencia más allá de la visita, pues hay una lista de recursos “para saber más” y una lista musical Spotify que cubre la década de los setenta. Fue todo un reto, y aquí estamos. Ya me comentarán.
Ahora paso a los agradecimientos.
De especial ayuda para contar esta historia de una forma atractiva (eso deseo), fueron los comentarios siempre precisos y bien intencionados, de Ana Graciela Bedolla, de Manuel Gándara y de Paul Rodríguez, con quienes conversé y debatí la narrativa. Mis ideas se sumaron a un planteamiento inicialmente esbozado por Jesús Álvarez y Alejandra Ruano, quien fue también la que me invitó a sumarme a este proyecto, por supuesto con la aprobación y anuencia de Juan Manuel Garibay. De su parte, agradezco el reto que me planteó para pensar en una exposición para públicos diversos. También agradezco el útil y ameno acompañamiento de la propia Alejandra Ruano y Cecilia Llampallas, quienes además de asistirme curatorialmente y realizar diversas gestiones abogaron por los y las visitantes cuando de repente se me salían del radar.
Quiero agradecer por supuesto a todo el equipo de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones, particularmente a Juan Manuel Garibay y a Rafael Ornelas, por la museografía; Julieta Rodríguez y Dulce Ayala por el diseño gráfico, Carolina Carreño por el programa educativo. A Ana Luisa Madrigal del Archivo Histórico del Museo y a su equipo por todo el apoyo brindado durante el desarrollo de mi investigación y para la exposición. A Baltazar Brito Guadarrama director de esta biblioteca que amablemente nos recibe, igualmente a todo su equipo.
En cuanto a mi espacio de trabajo, en la ENCRyM, a su director Gerardo Ramos, a la coordinadora del Posgrado en Estudios y Prácticas Museales, Énoe Mancisidor Pérez, a mis colegas del posgrado y a los y las estudiantes que enriquecen todas nuestras labores, de los que aprendo día a día.
A quienes participaron del proyecto La Casa del Museo Mario Vázquez Rubalcava, Coral Ordoñez, Lilia González (aquí presente), Miriam Arroyo (también presente), Cristina Antúnez, Catalina Denman, Margarito Mancilla. A quienes aprecio y de quienes aprendí tanto, generosamente compartieron sus experiencias conmigo. A mis queridas amigas y colegas de Ibermuseos: Mónica Barcelós, Vanessa de Brito, Natalia Huerta. A mis familiares y amigos de quienes cuento con apoyo, particularmente a mis padres, a Paul Rodríguez y al colectivo cenas para la pandemia.
El pasado miércoles 3 de agosto nos dimos cita en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, en la Ciudad de México, en el marco del 14 Foro Académico, para presentar este cuarto volumen de la serie digital Estudios sobre públicos y museos (Publicaciones digitales ENCRYM-INAH). Participaron Gabriela Gil y Silvia Alderoqui como comentaristas. Les dejo las palabras que leí, la liga para revisitar la presentación —hoy día las grabaciones de eventos en línea nos brindan esta maravillosa oportunidad—, y la liga para descargar el volumen aquí.
«Buenos días, soy Leticia Pérez, les saludo a título personal y a nombre de Alejandra Panozzo, quienes juntas coordinamos el volumen IV de la serie digital Estudios sobre públicos y museos. Estamos muy honradas de participar en este Foro y compartir con ustedes la publicación digital que hoy se presenta.
También doy la bienvenida a las comentaristas que nos acompañan en la Mesa: Gabriela Gil, Presidenta de la Mesa Directiva del ICOM, México, buenos días Gaby y a Silvia Alderoqui, Coordinadora de Programas para Públicos del Centro Cultural de la Ciencia- C3 en Argentina, gracias Silvia por acompañarnos a la distancia.
Antes de dar la palabra a las comentaristas, haré una breve contextualización de la serie, la cual nace en esta Escuela Nacional de Conservación y en nuestro Posgrado en Museología, hoy Posgrado en Estudios y Prácticas Museales, como una iniciativa por llenar un hueco en la difusión de teorías, metodologías y casos de estudio en el campo de los estudios sobre públicos en museos e instituciones afines, en idioma español, desde, en y para nuestros contextos: mexicano y ahora latinoamericano. También surge bajo la idea de contar con materiales de apoyo a la docencia y enseñanza-aprendizaje de este campo.
Antes de hoy, la serie contaba con tres volumenes, todos de acceso libre. El primero: Públicos y museos, qué hemos aprendido, se enfocó a relevar estados de la cuestión sobre aspectos centrales de la comunicación del museo con sus públicos, los artículos fueron escritos por alumnas de uno de nuestros cursos optativos. También tuvo la vocación de fomentar en ellas el oficio de la escritura. El segundo: Apuntes para pasar de la teoría a la práctica, compila artículos resultantes de un curso internacional impartido en nuestro programa, que dialoga con productos de los equipos participantes mostrando cómo desplegaron sus aprendizajes. El tercero, Referentes y experiencias de aplicación desde el campo, ofrece artículos teóricos, metodológicos y casos de estudio que muestran una diversidad de abordajes en este campo, que ha venido consolidándose en nuestro país.
El volumen que hoy presentamos, da un salto cualitativo y geográfico para abordar ya no solo los aportes en México sino en otros países de Latinoamérica. También brinda ejemplos desde diferentes escenarios de actuación, como son: los estudios de públicos desde las administraciones centrales, los abordajes sobre públicos no habituales, y los análisis en distintos museos y centros de interpretación. Se compone de diez capítulos —más nuestra introducción— y muestra ejercicios realizados en Argentina, Chile, Brasil, Cuba y México. No pretendo ahondar en cada uno de ellos, para eso tenemos a nuestras comentaristas, otras presentaciones por venir y, por supuesto, a las y los lectores de los que esperamos recibir retroalimentación.
Para finalizar, no es menos importante agradecer a todes quienes hicieron posible este cuarto volumen. Alejandra, que viaje tan lindo y productivo “Sos grande”, como dicen en tu tierra. María Paz, Candela, Rafaela, Susana, Ana, María, Gabriela, Gabriela, Eréndira, Yenny y Beatriz, gracias por sus aportes y también por su paciencia para transitar el largo laberinto que suponen las publicaciones académicas institucionales. Es un camino largo, pero no sin mérito para estas entidades y las personas que hacen posible estos frutos. La ENCRyM y el INAH cobijaron desde el inicio a esta publicación. El volumen actual no hubiera visto la luz sin el trabajo comprometido de la Dirección de la Escuela a cargo de Gerardo Ramos, la Subdirección de Investigación, actualmente a cargo de Yolanda Madrid, del Comité de Publicaciones, de Citlali Espíndola, encargada editorial de Publicaciones Encrym. También agradezco a Erika Castillo y Silvia Arce en el Diseño y formación editorial y en la corrección de estilo, respectivamente; a Marbella Figueroa por el bello collage digital de la portada, a mis colegas del posgrado, a nuestra coordinadora Énoe Mancisidor por su apoyo constante. Finalmente a los y las estudiantes del Posgrado, en el intercambio constante se cocinan muchas cosas.
Para ver la presentación, accede aquí (a partir de 1 hora 5 minutos en la grabación).
Hace varios meses que no escribo. El tiempo vuela y los días pasan muy rápido. Hay tantas cosas que he querido compartir con ustedes. Por una u otra cosa no lo he logrado.
En fin, la visita a la zona chinampera de San Gregorio Atlapulco, en la Ciudad de México en días recientes, me impulsó a escribir esta breve entrada. Desde 1987 Xochimilco, y toda el área chinampera, forma parte de la lista de lugares declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad, por sus aportaciones y carácter excepcional.
Quizá muchos hemos conocido el lado turístico de esta zona: las trajineras y los paseos con amigos y familia, disfrutando de una buena fiesta. Sin embargo, el título de Patrimonio Mundial, tiene más que ver con la forma tradicional en que se vive y se cultiva en esta área desde hace centurias, mediante un aprovechamiento del medio ambiente creativo y sustentable.
Las experiencias de algunas de las personas que trabajan en pro de la conservación de esta forma tradicional de cultivo, forman parte de la exposición De la milpa a la mesa. A Mexican Food Journey, en donde convocamos al público neozelandés a conocer algunos aspectos de la cultura contemporánea mexicana, íntimamente relacionados con su ancestralidad.
Este proyecto se realiza como una colaboración entre el Programa de Estudios de Museo y el Patrimonio de la Universidad de Victoria en Wellington, Nueva Zelanda y el Programa de Estudios y Prácticas Museales de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, en la Ciudad de México, gracias al apoyo del Latin America Centre for Asia Pacific Excellence. Se presentó en Wellington, y ahora viajará a otras ciudades de ese país del pacífico sur.
Me encantaría contar todos los detalles de cómo surgió esta idea, sus antecedentes, las características de la colaboración con la Dra. Lee Davidson –co lider de este proyecto–, y sobre tantas otras cosas que esta relacion ha detonado. Por el momento –y para recuperar la frecuencia de mis publicaciones–, les dejo algunos recursos en donde podrán saber más de esta fascinante exposición, basada en prácticas museales interculturales.
Artículo: Reimagining Exhibition Exchange As Remote Intercultural Exhibition Development De la milpa a la mesa. A Mexican food Journey. En TEO Journal
Artículo: México en Nueva Zelanda: diálogos interculturales para la exposición De la milpa a la mesa. A Mexican Food Journey. En Archivo Churubusco
Conversación: De colaboraciones y exposiciones interculturales, con «Gente de museos»
Gracias a Fernando y Casandra por su increíble hospitalidad y a las personas que nos compartieron su pasión por esta tierra.
Conferencia taller para el Encuentro Internacional de Museos de Puebla 2021. 7 de octubre de 2021, 11:00 a 12:30. Puedes volver al taller aquí: https://fb.watch/8SEgRS5I1g/
El Museo UPAEP organizó este Encuentro Internacional para el año 2020. Por obvias razones tuvo que ser pospuesto para este año. Tengo el honor de haber sido invitada a participar, compartiendo algunas ideas en esta conferencia taller.
Juntxs analizaremos la problemática de la interpretación y aplicabilidad de los estudios de públicos. En esta entrada del blog, pongo a disposición de los participantes los materiales que utilizaremos, así como la información general de la conferencia.
Resumen
Los estudios de públicos son una herramienta central para conocer y conectar con los públicos reales y potenciales de un museo; sin embargo, existen reticencias a su incorporación, ya sea por un desconocimiento de su utilidad o, más aún, de su aplicabilidad. Para aquellas instituciones que los realizan, el verdadero beneficio tiene lugar cuando se interpretan cuidadosamente sus datos y sus resultados se socializan y aplican.
Formato
Conferencia taller transmitida en Facebook en la que realizaremos ejercicios a distancia. Si los participantes trabajan en un museo, es ideal que tengan a la mano materiales de los estudios de públicos —en caso de los hayan realizado—. Si no los han llevado a cabo, bastará con que tengan información general sobre los visitantes de su institución. Para aquellos que no trabajan en museos, más abajo proporciono alternativas.
Ejercicios y materiales de trabajo
Ejercicio1. Utilizando el diagrama «Visión panorámica e integrada de los estudios sobre públicos», compartido en la conferencia, y con la información de estudios de públicos realizados en tu institución, responde las siguientes preguntas:
¿Con qué información se cuenta?, ¿cómo la han recabado?, ¿existe algún plan con visión de futuro para conocer, comprender y conectar con sus públicos diversos?
Si no trabajas en un museo, revisa uno de los dos cuestionarios que puedes descargar aquí. Analiza qué tipo de información nos permiten conocer, en relación con los componentes del mismo diagrama.
Comparte tus respuestas con un comentario en la liga del Padlet que se proporciona durante la conferencia.
Ejercicio 2. Comparte tu experiencia. Responde las siguientes preguntas:
¿Has enfrentado retos al interpretar los datos recabados en los estudios de públicos? ¿Cuáles han sido? ¿Cómo fortalecer nuestras habilidades en aspectos metodológicos e interpretativos?
Comparte tus respuestas con un comentario en la liga del Padlet que se proporciona durante la conferencia.
Ejercicio 3. Responde a las preguntas de la siguiente tabla de acuerdo con tu situación:
En mi institución se han realizado estudios de públicos
¿Cuáles fueron los objetivos planteados?
¿A qué cambios, ajustes o toma de decisiones condujeron los resultados?
En mi institución no se han realizado estudios de públicos
¿Qué es lo que se quiere saber y para qué?
¿A qué cambios, ajustes o toma de decisiones conducirán los resultados?
Reflexiona: ¿cuáles son las barreras para la aplicación de los resultados de los estudios? Comparte tus respuestas con un comentario en la liga del Padlet que se proporciona durante la conferencia.
Davidson, L. (2017). Comprendiendo la experiencia del visitante a través de la investigación cualitativa. En L. Pérez Castellanos (Ed.), Apuntes para pasar de la teoría a la práctica: Vol. II (pp. 73-95). Publicaciones Digitales ENCRyM/INAH. https://revistas.inah.gob.mx/index.php/digitales/article/view/11167
Davidson, L. y L. Pérez Castellanos (2020). Embajadoras Cosmopolitas: exposiciones internacionales, diplomacia cultural y el museo policentral. Vernon Press. Más información aquí.
Leticia Pérez para Gente de Museos: «De la milpa a la mesa. A mexican food journey», exhibida actualmente en la galería Te Auaha, en Wellington, Nueva Zelanda, una experiencia de trabajo intercultural. Transmisión en: https://fb.watch/8u0IANtUDB/
Presentación del cuadernillo “Caracterización de visitantes de Londres 38”. Presentación del cuadernillo, Londres 38, Espacio de Memorias. Santiago de Chile. 20 de abril. Disponible aquí.
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Además les recomiendo la serie de libros digitales Estudios sobre Públicos y Museos publicados por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, disponibles en línea:
Leticia Pérez Castellanos (Coord). Estudios sobre públicos y museos. Publicaciones digitales Encrym-INAH.
Volumen I. 2016. Públicos y museos ¿Qué hemos aprendido? Disponible aquí
Volumen II. 2017. Apuntes para pasar de la teoría a la práctica. Disponible aquí
Volumen III. 2018. Referentes y experiencias de aplicación desde el campo. Disponible aquí
Desde que se declaró el cierre de los museos en México, hacia marzo de 2020, como parte de las medidas de control y prevención de la enfermedad Covid-19, no los había visitado. Algunos abrieron una vez que el semáforo pasó de rojo a anaranjado y debieron cerrar cuando volvimos a rojo. Este año varios están retomando actividades.
¿Extrañé ir a los museos? Por supuesto. Sin embargo, como a muchas personas, los espacios cerrados aún me dan una sensación de inseguridad. Es cierto que ahora sabemos más sobre el virus, que las instituciones se han dado a la tarea de implementar las medidas necesarias y que muchos museos cuentan con espacios amplios con adecuada ventilación. Además, dependiendo el día y horario puede que no estén saturados e incluso el número de visitantes sea mucho menor que el del aforo permitido.
En fin, mi primera visita de vuelta a un museo fue al renovado Museo de Antropología e Historia del Estado de México (MAH), ubicado en el Centro Cultural Mexiquense de la ciudad de Toluca, Estado de México. Este museo data de 1987, se ubica en un conjunto arquitectónico diseñado por Pedro Ramírez Vázquez. Hace parte de los 32 espacios museales que gestiona la Secretaría de Cultura y Turismo de ese estado. Recientemente fue reestructurado para actualizar sus contenidos y diseño. Mi colega y amigo, el arqueólogo Eduardo Escalante fue el encargado de la reestructuración como reciente y actual director del espacio.
A reserva de volver y visitar el museo con más calma (otros asuntos me llevaron a la ciudad de Toluca y por lo tanto al museo), debo referir varios aspectos atinados en la nueva propuesta. Por una parte, el museo es más luminoso de lo que yo recordaba, la reestructuración aportó más color y luz a los espacios. En los textos de las salas se aprecian varias de las buenas prácticas recomendadas para redactarlos: breves, expresen una idea central, hacen un llamado a la conservación del patrimonio, y buscan hacernos partícipes de una identidad común: la de los mexiquenses (lo seamos o no). Los gráficos que ilustran algunos temas tienen un enfoque de género y de diversidad. Es muy atinada la referencia geográfica al estado y sus áreas naturales protegidas, sus museos y también la distribución de lenguas indígenas. Los objetos exhibidos no desmerecen, nos llevan en un viaje desde los primeros asentamientos y la megafauna hasta la actual diversidad de los pueblos indígenas de ese territorio.
Ya que tuve la fortuna de visitar el espacio en la compañía de su director, aproveché para hacerle algunas preguntas. ¿Por qué visitar este museo? Cuéntanos cinco motivos principales:
Porque tiene uno de los acervos más extensos de la región, abarcando aproximadamente 22,000 años de historia mexiquense.
Porque el guion museográfico se ha actualizado y es una gran oportunidad para revisitar un museo de tradición educativa en el Valle de Toluca y la región en general.
Porque es un espacio seguro, y se ubica en un lugar privilegiado dentro de la zona urbana de Toluca (¡espacio público!).
Porque es la primera vez que el mamut de Ecatepec se exhibe en un museo que no forma parte de la red de museos del INAH, y es la primera vez que se exhibe en el EdoMéx fuera de la Casa Morelos, por lo que es una oportunidad única para los toluqueños para conocer un esqueleto real de un mamut.
Porque el MAHedoméx, además de su acervo, también es una experiencia arquitectónica. El inmueble y el Centro Cultural Mexiquense son íconos de la arquitectura mexiquense.
¿Qué fue lo más complejo en la reestructuración?
Lo más complejo de la reestructuración, fuera del contexto pandémico, fue reorganizar el extenso acervo, sin menospreciar aspectos ya desarrollados en las reestructuraciones previas. Así mismo, la idea de modificar un museo con tanta tradición educativa en el Valle de Toluca añadió mayor respeto y cuidado al proyecto, pues mucha gente tiene algún tipo de relación con la historia del museo desde su apertura en 1987. La idea central de la reestructuración fue dar mayor protagonismo al acervo y proporcionar al visitante una nueva experiencia.
¿Cuáles son las obras favoritas del director?, ¿por qué?
Mi top 5 de obras favoritas son:
El mural «Identidad Mexiquense», por Reyes Rayón. Porque representa el esfuerzo conjugado de la nueva rehabilitación del museo: una línea del tiempo que abarca los 22,000 años de historia que se reflejan en el acervo en las demás salas. Es un mural «viviente», porque se añaden objetos a la obra artística.
La figurilla olmeca de Toluca, una escultura de cerámica representativa de la ocupación olmeca en el centro del país, ya que pocas veces asociamos a los olmecas con el Estado de México.
La cerámica matlatzinca de Calixtlahuaca y Teotenango. Este tipo de cerámica es la más característica de la época prehispánica en el Estado de México, y después del Museo Nacional de Antropología, la colección matlatzinca del MAH es la más extensa en el país. Sin duda un referente académico para el estudio del Valle de Toluca.
«La Noche Triste» de Luis Coto (1881). Porque el paisaje histórico representando escenas representativas de la historia, permite al visitante contextualizar los objetos a través de una obra de arte. Los museos históricos (o arqueológicos en específico) se complementan muy bien con obras de arte.
El «túmulo funerario de Toluca», por lo que representa como obra de arte novohispana. Es un elemento poco conocido en la historia mexicana, y al existir solo dos en el país, le proporciona un grado de excepcionalidad especial.
Gracias por la hospitalidad y volveremos pronto a visitar este museo y los otros del conjunto cultural.
El pasado 14 de marzo murió Georgina de Carli, directora y fundadora de la Fundación ILAM con sede en Costa Rica. Su partida nos entristeció a muchos que integramos la comunidad docente de los Talleres ILAM, a quienes cursaron en este invaluable espacio de formación, a quienes trabajaron con ella y la conocieron en persona, por supuesto a sus familiares y amigos y, a quienes, como yo, fuimos invitadas a formar parte de este espacio de formación.
No la conocía personalmente, ni me recomendaron para formar parte de la plantilla de Talleres ILAM. Simplemente un día recibí un correo suyo, invitándome a impartir un contenido relacionado con los públicos de los museos. Enterada como estaba del escenario museal latinoamericano, llegó a mí, me otorgó su confianza y nos conocimos en una videollamada en algún mes de 2014. Desde 2015 comencé a impartir anualmente el taller «Estrategias desde los enfoques centrados en los públicos».
Fue una experiencia inigualable. Una ventana para conocer a profesionales de varios museos de Latinoamérica y a sus instituciones. De apoyarles con mi experiencia para analizar y comprender mejor a sus públicos. Personas de Argentina, Chile, República Dominicana, Colombia, Perú y también, México, tomaron parte. El ILAM y los talleres, bajo el liderazgo de Georgina y con un equipo altamente profesional, fueron pioneros en ofrecer un espacio de formación virtual que rompía las barreras geográficas y nos acercaba con metas comunes: ser mejores, capacitarnos, compartir, aprender en pro de los museos de la región, de sus públicos y de las sociedades en las que se insertan.
Para 2020 ofrecí a Georgina y al equipo coordinador de los talleres, dividir mi curso. El de «Estrategias desde los enfoques centrados en los públicos» quedaba corto para abordar la evaluación de la exposiciones, un contenido incluido, pero marginal, que interesaba a los participantes. Así impartí por primera vez el de «Evaluación de exposiciones». Pero ese año nos trajo uno de los contextos más inusitados que hemos vivido en las décadas recientes: una pandemia global. El formato y las actividades de mis dos talleres debieron ser adaptados, pues, al tratarse de análisis con públicos, los escenarios de práctica en las salas expositivas y en los museos estaban vedados. Aun así se trató de dos de las ediciones más fructíferas.
Hacia el final del año pasado, Georgina nos convocó a una reunión general de docentes. Significó un reto enorme coordinar a tantos integrantes de distintos países de la región y acordar horarios comunes. También abrieron un grupo de whatsapp para mantenernos comunicados. La reunión tuvo como propósito convocarnos al análisis de la trayectoria de los talleres y su futuro. El contexto en el que fueron creados y en el que se desarrollaron, poco a poco fue cambiando. Georgina estaba preocupada -pero también entusiasmada- por dar un giro para adaptarse mejor a las necesidades e intereses del sector.
La noticia de su muerte nos ha cimbrado. El ILAM ha sido referencia durante veinticuatro años, no solo como un espacio de formación. Además de los talleres, la fundación creó uno de los repositorios digitales con recursos sobre museos y patrimonio pioneros. También un directorio de museos y otras instituciones en la región, además de los Boletines de Noticias ILAM. Todo ellos bajo el liderazgo de su fundadora, ya que: «estaba convencida que el Patrimonio Latinoamericano estaba seriamente amenazado y que para su conservación era necesaria la democratización de la capacitación, información y la difusión» [1].
Dejo estas líneas para honrar su memoria, para agradecer su confianza y para recordar a una mujer de firmes convicciones que abrió un espacio de conocimiento y reflexión muy importante. Gracias Georgina.
Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, me invitaron a dar una charla para el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, en el Estado de México (modalidad virtual). Platiqué sobre las mujeres trabajando en los museos en México y cómo ha cambiado la situación durante el último siglo.
Partí del hecho de que en la población existe una distribución equitativa de los sexos. Salvo algunos eventos dramáticos que pueden alterar esta distribución —como las guerras, las epidemias o la migración—, la presencia de mujeres y hombres es más o menos igual; sin embargo, no sucede lo mismo en cuanto al lugar de las mujeres en espacios como la educación, el trabajo, el deporte o los puestos de liderazgo, en donde han existido desigualdades históricas, sistémicas y estructurales.
A inicios del siglo XX, la distribución poblacional entre sexos era muy equitativa, pero esto no se reflejaba en el acceso a los puestos de trabajo en general, mucho menos en los museos. En el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología trabajaban pocas mujeres, algunas en el Departamento de Publicaciones, como lo evidencian las fotografías publicadas en el artículo «La imprenta del Museo Nacional: estrategias de difusión» de Thalia Montes [1].
Más adelante, a finales de los años treinta se comenzaron a crear espacios de formación en antropología para dar lugar al surgimiento de la Escuela Nacional de Antropología que, poco a poco, comenzó a admitir mujeres como alumnas. Dos en la primera generación y varias más en las siguientes. De ahí surgieron las primeras profesionistas en este campo, antropólogas pioneras como Florencia Müller, Beatriz Barba Ahuactzin, Doris Heyden, Beatriz Braniff, Margarita Nolasco, Mercedes Oliveira y Noemí Quezada [2], entre otras. Algunas de ellas se incorporaron al trabajo en ese museo, que luego se llamó Museo Nacional de Antropología cuando las colecciones de historia se trasladaron al Castillo de Chapultepec en 1944.
A mediados de ese mismo siglo, la distribución de los sexos en la población continuó equilibrada, pero la composición del perfil de visitantes al museo, tanto como de sus trabajadores, no. En 1952, el antropólogo Arturo Monzón realizó el primer estudio de públicos de museos en México (estudio pionero incluso a nivel mundial) y sus resultados mostraron que la visita la hacían predominantemente los hombres, con un 76% en el caso de visitantes nacionales y un 60% para los extranjeros [3]. Los puestos de trabajo en esa institución seguían ocupados en su mayoría por hombres.
No obstante, las mujeres comenzaron a abrirse camino. Ese mismo año se creó el Departamento de Servicios Educativos como un área centralizada del Instituto Nacional de Antropología e Historia abocado a esa tarea. Sus integrantes fueron en gran parte profesoras de la Secretaría de Educación Pública, comisionadas para realizar visitas guiadas y otros programas educativos enfocados a estudiantes [4]. Recordemos que las tareas educativas tradicionalmente se han asociado con lo femenino. El Museo Nacional de Antropología también tenía su departamento educativo. Sus integrantes no solo se limitaron a tareas operativas del mismo, sino a plantear el segundo estudio de públicos de museos del país: «Efectividad didáctica de las actuales instalaciones del Museo Nacional de Antropología». Se trató de una investigación vanguardista en la que incluso utilizaron tarjetas perforadas para el análisis con cómputo en colaboración con la UNAM [5].
En el siglo XXI los cambios se han visto reflejados tanto en el perfil de visitantes a museos como en los puestos de trabajo, en donde hay una distribución más o menos equitativa entre los sexos. Con datos del INEGI sabemos que en 2019, 46.8% de los públicos en los museos a nivel nacional fueron hombres y 53.2% mujeres. En el mismo año, de 15,287 puestos de trabajo a nivel nacional, el 53.1% lo ocuparon hombres y 46.8% mujeres. La Estadística de Museos de ese instituto permite un análisis que devela desigualdades por área: mientras que en museografía y diseño laboran más hombres, en las áreas educativas y de comunicación, las mujeres están más presentes. En cuanto a las áreas directivas y administrativas, me parece que se deberían desagregar, porque la igualdad que vemos a primera vista al analizarlas juntas, podría no estar presente si separamos ambas áreas [6]. Tampoco tenemos detalles de los sueldos percibidos en donde es común encontrar inequidades que favorecen al género masculino.
En este breve repaso vemos que el trabajo femenino en los museos adquiere cada vez mayor relevancia y visibilidad. Las desigualdades de género en este sector no son una novedad, porque las estructuras de trabajo internas finalmente reflejan condiciones sociales más amplias. A partir de los años sesenta, con la revolución cultural y social, se han vivido cambios y cada vez más mujeres se han incorporado al trabajo museal en todos niveles. Sin embargo, sus tareas muchas veces son invisibilizadas, se les resta importancia o no se les atribuye el crédito correspondiente.
Un ejemplo de esta invisibilización lo encontré al analizar el proyecto de La Casa del Museo, puesto en marcha por el Museo Nacional de Antropología en la década de los setenta, para llevar parte de sus tareas a colonias de la entonces periferia de la Ciudad de México. En las fuentes que existen, ese proyecto ha pasado a la posteridad como la hazaña casi heroica de quien lo propuso: el museógrafo Mario Vázquez, dejando de lado la participación de otras personas en un equipo multidisciplinario, la mayoría de ellas, mujeres. A La Casa del Museo también la dotaron de sentido y contenido ellas, las antropólogas Lilia González y Catalina Denman, las psicólogas Miriam Arroyo y Karin Wriedt, la administradora Cristina Antúnez, y la arquitecta urbanista Coral Ordoñez, coordinadora en campo. También participó el profesor normalista Margarito Mancilla.
Sin entrar en detalles puedo decir que en el proyecto las mujeres se enfrentaron a condiciones de género, por ejemplo el ciclo de vida, cuando algunas salieron del proyecto ante la decisión de casarse y tener hijos, o también, para una de ellas que era madre, la demanda sobre los tiempos y las tareas de atención a la familia se sobreponían a las actividades del trabajo. A la invisibilización contribuyó el uso del lenguaje utilizado, siempre en masculino para referirse al equipo de trabajo en su conjunto o a tareas particulares que realizaron ellas, por ejemplo «arquitecto urbanista», puesto ocupado por Coral Ordoñez. Otro aspecto fue la forma como se les refiere: “las chicas”, “las muchachas”, “las animadoras”, en contraposición a los títulos otorgados a los hombres: «el antropólogo», «el sociólogo». No me extenderé en esto, pueden leer al respecto en mi artículo «La Casa del Museo (1972-1980): una comunidad de práctica en clave femenina» [7].
¿Qué podemos aprender con este breve ejemplo y con los datos ofrecidos? Me parece que los museos juegan un papel central en la posibilidad de construir sociedades más equitativas. Al interior, las mujeres han ido tomando protagonismo, al menos en México vemos que el acceso a los puestos es más o menos igualitario; sin embargo, cabe preguntarnos por los puestos de poder, los salarios, la seguridad en los espacios de trabajo, entre otras cosas. En cuanto a los públicos, vemos que también han existido transformaciones. Actualmente el perfil por sexo entre sus públicos también se ha equilibrado. Pero los museos pueden ir más allá, porque en sus salas, discursos, colecciones, textos e imágenes aún reflejan una visión principalmente androcéntrica en la que las mujeres no nos vemos reflejadas. Como dicen mis colegas españolas Lourdes Prados y Clara López:
«los museos arqueológicos [aunque creo que otros tipos de museos también] pueden y deben transmitir una historia inclusiva que ayude a visibilizar a los grupos tradicionalmente marginados de la sociedad, con el fin de contribuir a una educación en igualdad. [Pueden] Reflejar también esos avances científicos en sus discursos expositivos, en sus colecciones, en sus imágenes, en la educación […] puede y debe convertirse en un agente de transformación social con la revisión de los discursos de género desde una perspectiva integradora, y contribuir de manera concreta y real, a una educación en igualdad» [8].
[2] Goldsmith Connelly, M. R., & Sánchez Gómez, M. J. (1). Las mujeres en la época de oro de la antropología mexicana: 1935-1965. Mora, (20), 121-135. Recuperado a partir de https://doi.org/10.34096/mora.n20.2337
[3] Monzón, A. (1952). Bases para incrementar el público que visita el Museo Nacional de Antropología. Anales del INAH, Tomo VI, 2a parte.
[4] Vallejo Bernal, M. E. (2003, septiembre). Los servicios educativos del INAH. Una historia de 50 años. Gaceta de Museos, Segunda Época(30-31), 75-86.
[5] Salgado, I., Sánchez, M. C., Trejo, L., & Arana, E. (1962). Efectividad didáctica de las actuales instalaciones del Museo Nacional de Antropología. Volumen sin numerar titulado “Equipo pedagógico”. Consejo de Planeación e Instalación del Museo Nacional de Antropología, INAH, SEP, CAPFCE; Archivo histórico del Museo Nacional de Antropología.
[7] Pérez Castellanos, L. (2020). La Casa del Museo (1972-1980): una comunidad de práctica en clave femenina. Revista Brasileira De Pesquisa (Auto)biográfica, 5(14), 740-757. Disponible aquí
[8] Prados Torreira, L., & López Ruiz, C. «Otro museo es posible: museos arqueológicos, museos integradores. Un largo camino por recorrer» En Prados Torreira, L., & López Ruiz, C. (Eds.). (2017). Museos arqueológicos y género: Educando en igualdad. Universidad Autónoma de Madrid.